Vasitos de cruz, el tradicional para tomar mezcal y encender veladoras a los santos
¿Por qué bebemos mezcal en vasitos de cruz? Esta es la historia de la frase "¡Hasta no ver la cruz!"
«¡Hasta ver la cruz!», es uno de los lemas que nos acompaña al momento de brindar con un buen mezcal. Contrario a lo que se suele pensar, no se trata de una alusión a la embriaguez o a las alucinaciones que nos producen. Su historia se remonta a uno de los recipientes en los que se suele servir: los vasitos de cruz.
Aunque en la actualidad existen copas especializadas para degustar mezcal, así como recipientes también tradicionales como la jícara, el vasito de cruz es todo un clásico de las mezcalerías (paralelo al caballito con el tequila). Se trata de un elemento reutilizado, pues su primer uso es religioso.
De acuerdo con algunos, estos vasos fueron creados por los dominicos de Oaxaca con el objetivo de salvaguardar la cera de las veladoras. Estas candelas se usan en todo tipo de rituales religiosos, como lo son la veneración de los santos o la iluminación del camino de las almas a la ofrenda de Día de Muertos.
Una vez consumida la cera, es común que los vasitos se vuelvan a usar para portar otra veladora. Sin embargo, entre las familias oaxaqueñas, los vasitos de veladora se han transformado en símbolo de amistad y camaradería, de mezcal y alegría.
¿Por qué bebemos mezcal en vasitos de cruz?
Algunos aseguran que fueron los mismos maestros mezcaleros los que comenzaron a usar los vasitos de cruz para brindar. Tras ofrendar una veladora para pedir por el bien de su producción, los productores de mezcal volvían a sus casas para cerrar el ciclo-ritual brindando con las primeras gotas del destilado, para ello usaban el mismo vaso de la vela.
Irónicamente, también podemos decir que el mezcal es religioso, ya que su consumo nos remite a la colectividad de las fiestas populares, donde los santos patronos presiden los brindis y hay vinculación con los otros.
Por ello, el vasito de cruz tiene una dimensión mágica, pues aglutina el centro espiritual de los hogares y el éxtasis que nos produce consumir mezcal. Es un viaje de los más recóndito de nuestro ser a las fiestas donde abundan la música y el baile, en donde nuestros sueños son realidad.
Tanto en el consumo de mezcal como en la quema de la cera, al final quedará al descubierto la cruz grabada en el vaso, misma que también le dota su nombre. Así que ya sabes, la próxima vez que te griten «¡Hasta ver la cruz», no lo dudes y bebe hasta el fondo, podrás ver la el grabado con tus propios ojos.
Y no lo olvides: Todo con medida.
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