Los vendedores de botanitas en canastas: una tradición de las calles de México
Los vendedores ambulantes de botanitas son una imagen muy común de las calles de México. Con sus canastas llenas de deliciosos bocadillos, complacen hasta a los paladares más exigentes.
Desde hace años, muchos tienen en su memoria la imagen de personas ofreciendo en canastas diversos aperitivos: patitas de pollo, huevo cocido, cacahuates, entre otros. Se trata de los vendedores de botanitas, personajes clásicos que no pueden faltar en las calles del país.
Un poco de historia sobre los vendedores de botanitas
El origen de la venta de botanas, es perfectamente trazable hasta los antiguos tianguis mesoamericanos. No hay que olvidar que de hecho, la palabra tianguis proviene del vocablo en náhuatl tianquistli, el cual designaba a los mercados entre los hablantes de esta lengua tanto en la época prehispánica, como ahora. En aquellos tiempos, el comercio ambulante de comida era común entre los mexicas, así como entre otros pueblos del México antiguo.
De acuerdo a diversas crónicas, en cada tianguis (como el de Tlatelolco), ya fuera permanente o semanal, había una sección dedicada al trueque no solo de insumos para preparar comida, sino también al de algunos platillos ya preparados y listos para consumir. Allí, tanto marchantes de piso como los ambulantes que llegaban de diversos sitios, ofrecían bocadillos prácticos para llevar y consumir. Estaban hechos usualmente de maíz (como los tlacoyos) y acompañados de chile, frijoles, etc.
Con la conquista y el periodo virreinal, si bien llegaron dinámicas comerciales propias de España y Europa, la inercia del tianquistli mesoamericano siguió predominando. Aún en espacios cerrados como bazares y mercados, la usanza del tianguis predominó y con ello el ambulantaje. Esto nos resulta evidente al conocer sobre los constantes problemas que hubo entre los locatarios del mercado de El Parián, con los comerciantes que se instalaban en la Plaza Mayor de la Ciudad de México.
Los que si tuvieron un mayor peso, fueron los ingredientes y demás elementos culinarios llegados del otro lado del Atlántico. La incorporación del pollo, el cerdo, la res y la especias a la dieta local, hizo más variada la oferta de aperitivos en los mercados.
La actualidad de los vendedores de botanitas
Es probable que desde finales del siglo XVIII, y sobre todo, en el siglo XIX, surgieran las botanas que tanto nos gustan, y que diversas personas ofrecen en los tianguis o en las calles de las ciudades mexicanas. Desde patitas y mollejas de pollo, hasta huevos y habas cocidas. También cacahuates, chapulines, pepitas y chito (carne de burro seca).
En sus canastas de palma, mimbre, otate o carrizo, llevan todos estos antojitos, los cuales ofrecen en mercados, tianguis, parques (por ejemplo el Bosque de Chapultepec); pulquerías, cantinas, calles, partidos de fútbol llanero, espectáculos públicos y demás sitios donde haya una alta concurrencia de personas, como desde hace siglos.
Diversos relatos, obras artísticas, elementos de la cultura popular y producciones musicales o fílmicas, han retratado y dejado como testimonio la presencia de estos vendedores en cada sitio de México.
La cuestión del comercio ambulante tradicional
No se puede negar que sobre este tipo de comercio tradicional, pesa un fuerte prejuicio. Y es que con la entrada de nuevas aspiraciones y formas de entender el mundo, se suele ver en esta venta de bocadillos una suerte de imagen negativa, asociada a la pobreza o el «atraso». En el mejor de los casos, muchos lo ven como un elemento exótico y folklorizante.
También, buena parte de los vendedores de botanitas, al provenir de entornos rurales o las zonas conurbadas de las grandes ciudades del país, se les trata mal y se les ve con diferentes sesgos, desdeñando su trabajo.
Sin embargo, sería conveniente entender que estos comerciantes ambulantes ya no son solo personajes típicos de la ciudad de antaño, sino que ahora son un actores insertos en grupos sociales que ejercen una influencia política, económica y cultural importante en el contexto de la urbe moderna.
Su trabajo es una apropiación y reivindicación del espacio público como dimensión de lo popular. Es la lucha por el sustento del día a día. Lejos de ser un comercio con «formas rudimentarias de otras épocas», son una realidad histórica y cultural que sigue viva, la cual no deja de reinventarse con el transcurso del tiempo.