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Ariel Rojo, la creatividad de lo más mínimo al máximo

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© David Paniagua Guerra

La historia de Ariel Rojo, diseñador industrial, es fascinante. Su oficio es producto de un legado que comenzó con su abuelo. Aquí te contamos todos los detalles.

Antecedentes creativos de Ariel Rojo

“Si mi abuelo hubiera sido carpintero, quizá yo sería ebanista”, dice Ariel Rojo al tratar de explicar su propio interés por el diseño. El papá de su papá murió, Ariel todavía no nacía. Era fotograbador, también fabricante de circuitos impresos. Sus planchas de metal y sus pistas de cobre incidieron en alguien tan cercano como futurista: su nieto.

Los circuitos impresos poblaron el mundo a mediados de 1950 y su propósito era darle mejor vida a esas grandiosas cajas llenas de voces y música: los radios. Había que reemplazar los espacios repletos de cables que aquellos artefactos electrónicos poseían, por pequeñas placas —similares en espesor a las pocas hojas de un libro— capaces de soportar un intrincado conjunto de componentes, de conexiones.

La base debía ser de un material aislante, como la cerámica o la baquelita, mientras que de cobre iban a ser las pistas que corrían por encima. Hoy los dispositivos con los que convivimos, los celulares, las computadoras, se siguen elaborando con tarjetas electrónicas de distintos tipos.

David Paniagua Guerra

El primer oficio: la electrónica

Esos circuitos, antes de los programas de cómputo, se dibujaban, se imaginaban. Así comenzó Ariel en la fábrica, legado de su abuelo, que sus padres poseían: esbozando, sobre el paso de los años, delicados trazos metálicos para variados clientes —desde la compañía italiana Magneti Marelli, pasando por Pemex, hasta la Secretaría de Marina—.

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Diseñar electrónica fue su primer oficio. “En México siempre ha existido el diseño, desde las construcciones prehispánicas”, declara el antiguo hacedor de pistas de cobre mientras recuerda cómo su familia produjo cientos de placas grabadas, circuitos impresos y radios completos. Los extintos Majestic de plástico tan comunes en la década de 1980, por ejemplo, salieron de manos de los Rojo.

Ariel creció para estudiar arquitectura y diseño industrial en la UNAM. Lo aprendido a nivel milimétrico iba a ayudarle, como era de esperarse, para elaborar objetos breves. Pero pronto descubrió las grandes escalas: todo es susceptible de ser replicado.

Resulta que trazar un diminuto universo de líneas conductoras de electricidad no es tan contrario a bosquejar el pavimento de una larga avenida junto al mar.

Las formas, ahora sabe, carecen de restricciones. Un lunes puede proyectar lámparas extractoras para cocina inspiradas en los sólidos de Arquímedes; el miércoles, con la asistencia de una impresora 3D, sueña floreros que semejan mazorcas de maíz; y antes de que acabe la semana ya está en algo más, tal vez ideando una celosía de cerámica, hecha con diseño paramétrico, que una casa en Lomas de Cocoyoc necesita.

Los diseños de Ariel Rojo

El espacio que el ser humano ocupa en el mundo, la cotidiana manera en que se relaciona con su entorno importa y mucho. Quizá lo que cambian son las ceremonias con las que adornamos nuestros días, y por lo tanto las cosas alrededor nuestro.

Hay ceremonias de interior y de exterior. El equipo multidisciplinario que acompaña a Ariel desde 2006 se encarga de mejorar unas u otras, otorgándoles un nuevo significado. En su estudio en la colonia Roma de la CDMX lo mismo conciben mobiliario de intemperie que métodos de alumbrar un buró.

Ahí está, por ejemplo, la silla Al-ma Rombos, pensada para estar bajo la lluvia. Su cuerpo es de aluminio reciclado, la recubre una capa de pintura electrostática que no daña el medio ambiente.

O la lámpara del cerdo ahorrador. Es una lámpara-mensaje. Funciona como alcancía y, al mismo tiempo, ilumina. El rabo que se enciende y apaga es el principio o, más bien, el final ecológico del cerdito: su cola retorcida es un foco de bajo consumo eléctrico.

Ariel Rojo Design Studio en Veracruz

Hace poco Ariel Rojo Design Studio (ARDS) se embarcó, junto con otro estudio de diseño llamado Bala y un grupo de arquitectos municipales, en la remodelación de una larga extensión del Boulevard Ávila Camacho en Boca del Río, Veracruz.

Bajo la premisa de que “una banqueta es un área social”, rehicieron los pisos, las plazuelas, los muebles urbanos y la señalética de varios kilómetros de malecón.

Pensaron en un suelo con triángulos que emulan la espuma del mar, lo ataviaron con lámparas de cemento translúcido que de noche respiran luz. Dejaron espacio para una ciclopista, y establecieron el orden para que peatones, automóviles y bicicletas transiten en paz.

Ariel Rojo en la CDMX

Esas últimas llevan un tiempo presentes en la mente de Ariel. Hace casi una década, el diseñador tuvo a bien dejar un par de bicis de aluminio anaranjadas en la entrada al Museo del Objeto.

Poco a poco, la Ciudad de México se fue poblando con más de esas estáticas y coloridas instalaciones suyas. Tenían, siguen teniendo, un doble propósito: sirven para asegurar el propio vehículo de dos ruedas, e infunden en los despistados la idea de probar un medio de transporte que no sea el coche.

El diseño importa porque incide en la vida de las personas; es, entre otras cosas, un diálogo. Los humanos hablamos todo el tiempo en distintos tiempos.

Si se trata del porvenir queremos prevenirlo, apaciguarlo, dejarlo que llegue pronto sin tanto arrebato —tal vez por eso Ariel decidió colaborar con Sky Alert en el desarrollo de una alarma sísmica satelital—.

Para el pasado, en cambio, nos reservamos conversaciones prolongadas y a él volvemos cada tanto. El hombre de las bicicletas que no se mueven o las alertas que anticipan temblores, quiso retomar las esculturas que hace décadas creó el mexicano Alberto Pérez Soria.

Los de Pérez Soria eran animales de concreto destinados a los parques y los niños. La fauna de Rojo está inspirada en la de entonces, el propósito lúdico es el mismo; solo que ahora los gorilas y osos y rinocerontes son proyectados en computadora, luego esculpidos con un brazo robótico de seis ejes.

Aparte Ariel redujo la escala: transformó sus propias figuras en miniaturas de cemento capaces de habitar un escritorio. Su tributo es un modo de darle continuidad a lo hecho en México.

ARDS también es la firma detrás de la identidad del restaurante Peltre. El estudio de Ariel supuso que una lonchería local, como era la idea, tenía que servir comida simple pero apetitosa; comida dispuesta en una vajilla de fondas, de ese material, el peltre, con el que está hecha la cotidianeidad de las cocinas mexicanas.

El concepto estaba lleno de momentos de interior: la gente, dentro, iba a platicar, abrir un libro, comer un sándwich, pedir una pieza de pan dulce. Pero el restaurante entero, a su vez, debía cumplir con otra función: iluminar la calle.

Por eso sus paredes son ventanas que cuando oscurece dejan escapar la luminiscencia hacia los transeúntes, son candiles, la síntesis de la vida de todos los días transformada por el diseño.

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autor #ViajeraExpertaMD y periodista cultural.
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