Así era el impresionante Hospicio para pobres de Porfirio Díaz
El hospicio para pobres de Porfirio Díaz era una idea innovadora que permitiría erradicar la pobreza del país y formar mejores ciudadanos.
Porfirio Díaz estaba decidido a reformar la sociedad mexicana; no solo quería reformarla por fuera sino también lograr cambios a nivel social, así fue como nació la idea de renovar el Hospicio para Pobres.
El hospicio para niños pobres se inauguró en 1905 con el propósito de servir como hogar para los hijos de las clases trabajadoras en abandono moral, desprotegidos y privados de educación.
Sin embargo, más allá de ser lugares que ofrecieran una mejor vida para sus habitantes, estos hospicios eran espacios poco amables para los pobres.
Los hospicios se convirtieron en laboratorios y lugares para armar farsas sobre caridad, pero nunca se logró erradicar el hambre, la desnutrición o proporcionar una buena educación.
El gran hospicio de Porfirio Díaz
El primer hospicio para pobres se fundó en la Ciudad de México en 1774 frente a la Alameda; sin embargo, años más tarde en 1905, Porfirio Díaz construyó la nueva sede que estaría ubicada en calzada San Antonio Abad y Río de la Piedad.
El nuevo edificio era de estilo francés y contaba con el confort y la higiene propias de la modernidad del siglo XX, además de tener un sistema especial de atención para los infantes. En estas instalaciones los pequeños recibían educación básica.
Al cumplir los 12 años, los niños pasaban a la Escuela Industrial donde completaban la educación primaria mientras aprendían algún oficio mecánico.
Las niñas, si tenían familia, eran entregadas a ellas; en caso contrario, podían seguir en el hospicio hasta cumplir los 24 años o antes si podían trabajar usando los medios que habían adquirido en el hospicio, que incluían cocina o corte y confección.
El lugar atendía a los niños dependiendo su sexo y edad en lugares distintos, pues así lo exigía su educación.
La construcción del Hospicio de Porfirio Díaz
El espacio que ocupaba el hospicio era sencillo pero con mucha belleza: el lugar estaba diseñado por departamentos que se conectaban entre sí y que permitía la circulación entre las distintas dependencias. El asilo para niñas estaba formado por tres edificios, con un total de 12 dormitorios en donde vivían más de 600 pequeñas.
En el caso de los niños estos solo tenían 8 dormitorios con capacidad para 400 niños. El lugar tenía un comedor, escuela, lavandería, cocina, lavabos, talleres de planchado y almidonado, un asoleadero, cocina, departamento de vigilantes, enfermería , instalación de maquinaria, calderas y taller de servicios múltiples.
Sin mejoras en la sociedad
A pesar de que la idea del hospicio era formar mejores ciudadanos, los niños que entraban a estas instituciones recibían una educación más severa que en las escuelas tradicionales y se les tenía más cuidado y mayor vigilancia.
Muchos de los pequeños eran indigentes, vagos o delincuentes por lo que eran tratados como anormales y cuando se les educaba se les enseñaba a formar parte de la mano de obra que requería en ese momento la industria.
Los niños eran rapados al entrar al hospicio para evitar piojos, tal y como se hacía en la cárcel y los psiquíatricos.
Además en el lugar siempre había poca comida por lo que al llenar su plato comían rápido ya que se desconocía si habría alimento al día siguiente.
El hospicio continuó funcionando varias décadas hasta convertirse en la Escuela Amiga de la Obrera que se convirtió con los años en la Escuela de Participación Social 6, la cual atiende a casi 400 niños en un medio internado.
El Hospicio se demolió en los años 60 y ahí se construyó un cuartel de Guardias Presidenciales, un Centro de Salud y un pabellón que hoy es la escuela.
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