El tenebroso árbol de los colgados de Tlalpan que sobrevive desde 1866
El "árbol de los colgados" de Tlalpan sirvió para dar escarmientos a bandidos pero también a aquellos que buscaron atentar, dicen, contra Maximiliano.
Aunque el jardín principal de Tlalpan brilla por su colorido y alegría existe un árbol de faz lúgubre al que, podría decirse que con sobradas razones, los habitantes le atribuyen manifestaciones paranormales, concretamente lamentos.
Se trata del poco célebre árbol de los colgados, ubicado en la zona derecha de la plaza, si es que se le ve desde la calle de Moneda. En él se les habría dado muerte por suspensión, en tiempos de 1860 y tantos, a gente de nocivos hábitos contra la sociedad como el embuste, la estafa o el robo en pandilla.
Aquella drástica pero efectiva medida punitiva habría sido ideada y aplicada por el general Tomás O’Horán y Escudero, un hombre de Benito Juárez que por razones extraviadas en la memoria histórica se convirtió en leal al emperador Maximiliano de Habsburgo, quien lo designó prefecto del Valle de México.
Por cierto O’Horán tendría la misma suerte que el monarca austriaco, pero eso lo explicaremos después. Bueno, pues en 1866 se descubrió la conspiración de cinco militares para derrocar al emperador Maximiliano, por lo que fueron capturados y llevados a Tlalpan para que sus muertes públicas sentaran precedentes de lo que le pasa a los que conjuraban contra el Imperio.
Los conspiradores fueron el doctor Felipe Muños, Vicente Martínez, mayor Manuel Mutio, capitán Lorenzo Rivera y el teniente José Mutio; no quedó registro de ellos en archivos históricos, hasta donde se sabe. Como testigo de su existencia, solo están sus nombres labrados en piedra debajo del árbol del que fueron colgados.
La cronista tlalpense Diana Reyes apunta que este episodio habría atizado las llamas de la sublevación social que derivaría pocos años después en la Revolución Mexicana; sin embargo, no hay un estudio claro para afirmar con contundencia que así fue.
Aquel que visite el árbol de los colgados podrá confirmar que sigue ahí, aunque a ratos parece que a duras penas se sostiene en su raíz.
Sobre los lamentos que algunas personas dicen haber escuchado alrededor de este ejemplar, al parecer de fresno, debo decir que no me tocó oír nada.
Pero si acaso existen aquellos quejidos seguramente no solo son de los bandoleros y los conspiradores, también se deben oír los de Tomás O’Horán, quien fue fusilado una vez que Juárez retornó a la Ciudad de México en 1867.
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