La meseta de Atotonilco el Grande en Hidalgo
El alto Amajac está ubicado en parte del municipio de Atotonilco el Grande, cuya cabecera, de nombre similar, descansa sobre una larga meseta flanqueada a ambos lados por dos barrancas: la del Río Grande de Tulancingo y la del Amajac.
Hidalgo es un estado de contrastes. Al viajar de un sitio a otro observamos en estas tierras una gran variedad de paisajes, climas y vegetación, enriquecidos por arroyos, manantiales y ríos. Esta entidad, a pesar de encontrarse en el centro del país, la región más habitada y con los mejores medios de comunicación, aún conserva sitios escondidos, poco conocidos, que se localizan muy cerca de ciudades y otros lugares con gran afluencia del público: los parques nacionales.
Entre los erguidos peñascos del Parque Nacional El Chico, en medio de los bosques de pinos y el musgo que los cubre, un riachuelo comienza a correr. A él se le unen afluentes menores en el fondo de cañadas, claramente observables desde lo alto de la peña Escondida, situada 140 m por encima del arroyo Los Cedros, conocido así en esta zona. Sus aguas caen por la hermosa cascada Bandola, cercana al cruce de un camino revestido que comunica la carretera federal vía corta a Tampico con las poblaciones de Carboneras y Mineral del Chico. Después la corriente toma el curso del norte, ahora río Bandola, que comienza en una quebrada que más adelante será un cañón, pero antes de ingresar a la hondonada recibe su verdadero nombre: Amajac.
El alto Amajac está ubicado en parte del municipio de Atotonilco el Grande, cuya cabecera, de nombre similar, descansa sobre una larga meseta flanqueada a ambos lados por dos barrancas: la del río Grande de Tulancingo y la del Amajac. La meseta está formada por rocas ígneas de la era Terciaria, compuestas generalmente por basalto, roca de grano fino que puede ser permeable e impermeable del agua de las precipitaciones. Los suelos permeables existen en el norte de la Meseta de Atotonilco, por donde está ubicada la exhacienda de El Zoquital. Aunque también aparecen basaltos impermeables con capaz de pizarra arcillosa, los suelos permeables son un verdadero problema para los agricultores de El Zoquital cuando necesitan almacenar agua en presas para regar sus plantíos.
Hace muchos años, los dueños de esta hacienda construyeron una presa, pero después de las lluvias y a pesar de la existencia de un canal alimentador, el suelo absorbía el agua sin quedar gota alguna en el embalse. Actualmente existen tierras de cultivo de acequias y canales, aunque la mayoría de las tierras dedicadas a ese uso son de temporal. Hernán Cortés, en sus Cartas de Relación, registró un acontecimiento que según estudiosos ocurrió en los llanos de la Meseta de Atotonilco.
En 1522, los otomíes de Meztitlán, después de haber aceptado pacíficamente dar tributo a los españoles, «no sólo dejaron de prestar la obediencia que antes habían ofrecido, más aún hicieron muchos daños en los comarcanos a su tierra que eran vasallos de vuestra Católica Majestad , quemando muchos pueblos y matando mucha gente…»
Cortés envió a un capitán con «treinta de caballo y cien peones, ballesteros y escopeteros…», pero la situación no llegó a más que unas cuantas bajas, como Cortés señala: «Y plugo a Nuestro Señor que ellos de su voluntad volvieron de paz y me trajeron los Señores, a los cuales yo perdoné por haberse ellos venido sin haberlos prendido».
LAS HACIENDAS DE ATOTONILCO
La zona de Atotonilco goza de un clima templado subhúmedo con temperaturas medias anuales que oscilan entre los 14 y 16°C, y con precipitaciones que varían de 700 a 800 mm durante todo el año. La región ha estado habitada por personas de descendencia otomí desde la época prehispánica, aunque en la actualidad han desaparecido muchos de los rasgos culturales de esta etnia. El nombre Atotonilco es una composición de tres palabras nahuas que le dan el significado de «lugar de agua caliente», relacionado muy probablemente a las aguas termales que existen en las inmediaciones de la población.
Los otomíes fueron dominados hacia el sigloxipor los chichimecas, no sin antes invadir el Valle de México gracias a la decadencia de Tula. Después de cuatro siglos, los chichimecas son quienes sucumben ante los mexicas al mando de Moctezuma Ilhuicamina, dando como resultado la imposición de un incómodo tributo que los vasallos enviaban a Tenochtitlan. Al concluir la conquista de los españoles, los indígenas son librados de su antiguo tributo, pero al entregar Hernán Cortés el pueblo de Atotonilco en encomienda a su primo Pedro de Paz, nuevamente se ven en la obligación de contribuir con granos y comestibles a sus nuevas autoridades.
Cuando muere Pedro de Paz, la custodia pasó al poder de Francisca Ferrer; luego perteneció a Pedro Gómez de Cáceres, quien la otorgó a su hijo Andrés de Tapia y Ferrer. Este último fundó la hacienda de San Nicolás Amajac, hoy dividida en dos partes conocidas como San José y EL Zoquital. Tapia y Ferrer recibe algunas mercedes otorgadas por el virrey Diego Fernández de Córdoba, de tal manera que en 1615 era propietario de 3 511 ha que se utilizaban para la ganadería; se dice que llegó a acumular más de 10 mil, entre otras propiedades menores.
Entre 1615 y 1620, Tapia y Ferrer vende gran parte de sus posesiones a Francisco Cortés, quien se convierte en el propietario más importante de la región, al comprar a Miguel Castañeda más tierras, hasta alcanzar casi 26 mil hectáreas. La hacienda de San Nicolás Amajac pasa de mano en mano hasta que a principios del sigloxix, su entonces dueña, doña María de la Luz Padilla y Cervantes decide dividir en dos las 43 mil hectáreas de superficie para crear dos fincas, una llamada San Nicolás Zoquital, y otra San José Zoquital. En nuestros días la primera es conocida como El Zoquital y la segunda como San José.
La situación sociopolítica y económica que reinó durante los años anteriores al gobierno de Porfirio Díaz deparó destinos muy diferentes a cada una de las dos haciendas. EL Zoquital cae en quiebra total pasando entonces a manos del gobierno; en cambio, San José conserva su esplendor hasta la época del reparto agrario, después de la revolución, cuando sus terrenos fueron vendidos a crédito y a un accesible precio. Entonces, los campesinos de las poblaciones aledañas compraron estos bienes. Ahora, estas tierras son rancherías dedicadas a la agroindustria, mientras que en la ex hacienda de El Zoquital opera una procesadora de nueces y piñones.
EL CONJUNTO CONVENTUAL DE SAN AGUSTÍN
Los primeros frailes agustinos que llegaron a Atotonilco el Grande en 1536 fueron Alonso de Borja, Gregorio de Salazar y Juan de San Martín. Los tres religiosos se ocuparon de estudiar el idioma de los naturales para así lograr la comunicación con ellos y poder instruirlos en la nueva religión. Alonso de Borja muere poco tiempo después de llegar a Atotonilco, y ocupa su lugar el agustino que predicaba en Metztitlán, fray Juan de Sevilla. Él inició la construcción de la gran nave del templo con su bóveda y mandó labrar en cantera la portada plateresca, donde dejó plasmada la figura que representa el origen del nombre de Atotonilco; una olla sobre fuego emanando vapor.
En este primer periodo constructivo, ocurrido entre 1540 y 1550, también de edificaron las plantas alta y baja del convento, en cuyos muros se pintaron murales con temas religiosos y filosóficos, como el que existe en el cubo de la escalera, donde la imagen de San Agustín aparece rodeada de los filósofos Aristóteles, Platón, Sócrates, Cicerón, Pitágoras y Séneca. Desafortunadamente algunas pinturas presentan ya un serio grado de deterioro. La segunda etapa de edificación concluye en 1586, fecha que aparece inscrita en la bóveda del coro. Fray Juan Pérez tiene entonces a su cargo la terminación del resto de la iglesia, actualmente ubicada a un costado de la plaza principal.
La Meseta de Atotonilco es la antesala de una región de panoramas serranos, donde los cambios en altitud y vegetación ya se dejan sentir después de pasar por las cercanías del Mineral del Monte. De pinos y encinos pasamos a mezauites, huizaches y cactáceas en un tramo de tan sólo 30 o 40 kilómetros.
Desde los 2 080 m de altitud de la mesa donde está asentado Atotonilco, las corrientes de agua atraviesan el interior de la tierra para posteriormente aparecer en manantiales de aguas sulfurosas, en cañadas semiáridas, aquellas que hacia el occidente terminan en el río Amajac, a 1 700, 1 500, 1 300 m de altitud, cada vez más abajo. Allí, donde las montañas deciden unirse para formar puentes naturales y perforados por los ríos; donde el calor agobia y el verdor ante las lluvias, refresca.
SI USTED VA A ATOTONILCO EL GRANDE
Tome la carretera núm. 130 a Pachuca. Pasando esta ciudad a 34 km está el poblado de Atotonilco.
A la exhacienda de San José: se llega por la carretera núm. 105 con dirección hacia Huejutla, siete kilómetros adelante tome a la derecha por el camino de tierra al poblado de San José Zoquital, donde está situada la hacienda. Visitarla no es fácil, pues actualmente está habitada.
Exhacienda de El Zoquital: De igual manera tomar a rumbo a Huejutla y 10 km adelante tome a la izquierda por el camino de terracería para llegar al poblado de El Zoquital, donde se encuentra la Hacienda San Nicolás Zoquital.
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