La Plaza de los Arcángeles: un rincón encantador en San Ángel - México Desconocido
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La Plaza de los Arcángeles: un rincón encantador en San Ángel

Ciudad de México
La Plaza de los Arcángeles: un rincón encantador en San Ángel fifu

Aprovecha el fin de semana para descubrir este encantador rincón en el Barrio Mágico de San Ángel en la Ciudad de México.

El antiguo pueblo de San Ángel al sur de la Ciudad de México es uno de los Barrios Mágicos más frecuentado, pero hay algunos rincones todavía poco conocidos por muchos que seguramente te propiciarán un paseo diferente uno de estos fines de semana.

Las avenidas Insurgentes y Revolución son las indicadas para llegar a esta famosa y tradicional población llamada inicialmente Tenanitla o “lugar amurallado”, debido a que siempre estuvo protegida por el pedregal, barrera natural de roca volcánica resultado de la erupción del volcán Xitle aproximadamente en el 400 d.C.

El recorrido inicia en la Plaza del Carmen, desde la cual se alcanzan a ver los accesos al que fuera el colegio y convento de San Ángelo Mártir (hoy Museo del Carmen) a cargo de los carmelitas -principios del siglo XVII-, de ahí el nombre de la población: San Ángel.

Toma la calle de la Amargura, singular nombre, y subiendo una cuesta empezarás a admirar las grandes residencias que fueron edificadas en este lugar, como la enorme Casa del Mayorazgo de Fagoaga del siglo XVIII, que le dieron su toque característico a modo de lugar de veraneo para “cambiar de temperamento o de aires”. Te recomendamos adentrarte en la cerrada de la Amargura que sale al encuentro, y sentir el ambiente reposado de esta vía que va a dar a una pequeña plaza ornamentada al centro con una cruz de piedra. Si continúas, se toparás de frente con otra casa colonial, bien restaurada, que perteneció al obispo Joaquín Fernández de Madrid. A una cuadra a la izquierda, se abre la Plaza de San Jacinto, pero no es por el momento nuestro objetivo.

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Después de darle una vuelta a la plaza, sal de ella por la calle Juárez -continuación de Amargura-, y entre al hermoso atrio arbolado, con su jardín muy bien cuidado, del templo de San Jacinto, escenario de muchas bodas y ceremonias religiosas; destaca aquí su bella cruz de cantera tallada admirablemente, muestra del llamado arte tequitqui.

Al volver de nuevo a nuestro camino cuesta arriba, seguirás viendo las casonas típicas de San Ángel, algunas originales y otras adaptadas al estilo predominante (colonial). Cuando alcances la esquina, disfrutarás también de una plaza que forma una rinconada espléndida, delimitada por una amplia casona colonial. Sigue entonces por la calle del Árbol, y más o menos a la mitad de la cuadra, desemboca la 2ª Cerrada de Frontera que te llevará a la Plaza de los Arcángeles, donde las palabras paz y tranquilidad adquieren su exacto significado.

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Sus atributos

Las reducidas dimensiones de esta plazuela (al surponiente de la Ciudad de México) permiten recorrerla en muy breve tiempo. Después, querrás sentarte cómodamente en una de sus tres grandes bancas de piedra (abrazadas literalmente por bugambilias), bautizadas representativamente con los nombres de tres arcángeles: San Miguel, San Gabriel y San Rafael. Alrededor de la fuente central notarás como una nutrida vegetación a base de plantas, yucas, árboles de diversas especies, arbustos, contenidos o delimitados todos por muretes de piedra de poca altura, llena materialmente este espacio increíble. El ambiente silencioso de este rincón provoca irremediablemente querer realizar varias actividades: pasear de la mano con alguien, leer algún libro, meditar, soñar o transportarse a esas épocas cuando éste era el lugar para vacacionar preferido de las personas adineradas de la antigua metrópoli. De esta tranquila plaza surge otra pequeña cerrada que conduce a la entrada de una elegante casona, a través de un pintoresco par de arcos de piedra coronados por enredaderas y una figura pétrea singular en su centro.

Después de varios días, meses e incluso años, no podrás olvidar este encantador paraje y cada vez que puedas volverás a San Angel para disfrutarlo aún mejor.

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autor Edgar Tavares
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