¡Listo para navegar el cayuco maya!
Esta es la continuación de la historia de nuestro cayuco maya. Ya reparado, teníamos que considerar sus posibilidades de desplazamiento antes de planear la primera expedición por el Usumacinta, así que fuimos personalmente para dar este segundo paso e iniciar la antigua ruta fluvial maya.
Eran muchas las preguntas que pasaban por nuestra mente cuando tomamos la decisión de ir a Tabasco para embarcarnos en el cayuco maya recién rescatado del abandono.
Seríamos precisamente nosotros, el equipo que hace México desconocido, el que planea la revista, la edita y la diseña, quienes viviríamos la experiencia de navegar por vez primera en esa canoa que fue construida como parte de un ambicioso proyecto, que tuvo como fin último recorrer las rutas comerciales de los mayas por ríos y lagunas y por mar, en una embarcación que tuviera las dimensiones necesarias para ello, construida en una sola pieza con técnicas de la época y con apego a las fuentes históricas, que confirmaran las hipótesis de los especialistas y aportaran la vivencia para complementar el estudio de la navegación maya.
La canoa estaba ahí, Alfredo Martínez la encontró debajo de ese árbol de tamarindo donde don Libio, dueño del huanacaxtle que fue derribado para construirla, la colocó intentando protegerla con su sombra hasta que fuéramos por ella. Pasaron 14 largos años y don Libio esperó. Fue necesario repararla y Alfredo buscó a un carpintero y la trasladó hasta su taller en la pequeña comunidad de Cocohital.
Sabíamos que el cayuco estaba arreglado y que era necesario probarlo en el agua y considerar sus posibilidades de desplazamiento antes de planear la primera expedición por el Usumacinta. ¿Tendría suficiente estabilidad?, pensando en su tamaño y peso, ¿sería lento y difícil de guíar o todo lo contrario?
Sabíamos también que las canoas de río son ligeras y de bordas bajas; la nuestra correspondía a una canoa de mar, sólida, con bordas altas y proas y popas alzadas para resistir las olas. ¿Funcionaría para navegar en río y en mar?, ¿cómo tendrían que ser los remos pensando en la altura de las bordas?, y el timoneo, ¿sería sencillo?
Teníamos que considerar que los mayas transportaban mercancías en este tipo de embarcaciones, además de los remeros y comerciantes, ¿cuántos de nosotros debíamos remar para probar su eficiencia? Y visualizando el recorrido por el Usumacinta, ¿cómo conformar el equipo y la proporción del cargamento?
Hacia Cocohital
En el municipio de Comalcalco, en una zona de esteros cercana a la laguna Machona y la de Las Flores, se ubica una pequeña comunidad llamada Cocohital. Ese era nuestro destino. Ahí nos esperaba don Emilio, el carpintero que se hizo cargo de la reparación del cayuco. Siempre nos hemos sentido como parte de un proyecto editorial vivo, tan vivo como la gente que habita este maravilloso país. Planeamos, buscamos, organizamos, pero esto lo teníamos que vivir.
Así pues, movidos por el entusiasmo, llegamos a Cocohital, no sin antes pasar a visitar la zona arqueológica de Comalcalco, que entre sarahuatos y tarántulas, nos recibió solitaria, llena de luz. Lo que salta a la vista inmediatamente es el cuidadoso mantenimiento de los espacios verdes, que contrasta con las tonalidades blanquecinas y amarillentas de los edificios construidos con ladrillos, los cuales lucen su pátina negruzca.
Parecería que estábamos haciéndole de emoción para llegar a Cocohital. ¡Alfredo nos había contado tanto del cayuco!, hasta un video tenemos de cómo lo rescató y llevó hasta ahí que ya puedes ver en esta sección especial de Aventura en Cayuco. Después de un rato de pequeñas carreteras que atraviesan lindas comunidades muy verdes, con sus casitas con jardines frontales, en donde salían al paso niños jugando, llegamos un poco ansiosos. Al bajar de la camioneta, ahí estaba el enorme cayuco, junto al taller de carpintería de don Emilio, como esperándonos para llegar al agua, que a decir verdad, estaba a un par de metros. No lo comentamos, pero nos alivió ver que sería fácil echarlo a navegar. Y es que para un grupo de citadinos, todo parece una proeza.
Después de conocer a la familia de don Emilio, quienes estaban muy atareados preparando la comida y pescando enormes cangrejos, comenzamos con los preparativos. Nos hicimos de chalecos, guantes, remos, gorras y un poco de copal para hacer nuestro ritual de salida. Don Emilio nos tenía preparados unos largos remos, como los que se acostumbran aquí, aptos para fondear en cayucos pequeños, y con ellos nos armamos para salir a remar.
Trabajo en equipo
Don Emilio creía que tardaríamos más en ir a probar la embarcación. Nos contó que la reparación la hizo con mucho gusto, ya que este tipo de cayuco hace tiempo que no existe en la zona. Los motivos son varios, el primero, porque ya no hay árboles tan grandes para elaborarlos de una sola pieza; el segundo, que si hubiera buenos troncos, no desperdiciaría en hacer sólo uno, sino que con esa madera haría al menos seis; y tercero, porque resulta muy caro, en la actualidad nuestro cayuco saldría en aproximadamente 45 mil pesos, sólo la mano de obra.
Así, platicando, todo quedó dispuesto para el momento crucial: echarlo al río. Aprendimos que con cuerdas y unos troncos, casi todo se puede… ¡ya estaba en el agua!
El viaje transcurrió muy divertido. Todo era cuestión de trabajar en equipo y coordinar tantos remos. ¡Eran tan largos!, que hubo uno que otro golpe al de atrás. Una vez dominado el asunto de la coordinación, tomamos buen ritmo por el río Topilco. La meta era llegar a la laguna Machona, a unos cuantos kilómetros río arriba. Don Emilio iba dándonos indicaciones desde su lancha de motor; lo cual fue muy conveniente, ya que cuando nos acercábamos mucho a los manglares por una mala dirección, nos avisó oportunamente de un eminente embate de abejas, del cual logramos huir a tiempo y de la presencia de “aguamalas” cuando decidíamos darnos un chapuzón para refrescarnos. Remamos cerca de 7 kilómetros y el puntaje de calificación no fue tan malo. No perdimos a ningún compañero ni hubo descalabrados. Se metía algo de agua y las bancas, que no estuvieron listas, serán necesarias para la expedición al Usumacinta, pero por ahora, todo resultó bien.
El regreso fue un poco pesado, pues fue a contra corriente, pero ya éramos unos expertos. Fue una delicia disfrutar del entorno, de la vida en la ribera. Todo parecía tranquilo y hoy nos preguntamos cómo estarán esos niños pescadores de cangrejos, esas mujeres que alegres bajaban a recoger agua para sus hogares y la familia que tan generosamente nos hizo de comer caldo de camarón, pescado frito y ensalada de jaiba. Pero sobre todo nos compartió su casa, platicamos y convivimos con sus hijos y descansamos a la sombra de su terraza, disfrutando de los últimos rayos de sol que jugaban en la selvática maleza y en el agua del río.
¿Dónde dormir?
Si quiere ir a visitar la zona arqueológica de Comalcalco, puede alojarse en Villahermosa, que está a aproximadamente 50 minutos.
Quinta Real Villahermosa Paseo Usumacinta 1402, Villahermosa, Tabasco
Simulando a una hacienda tabasqueña, llena de detalles propios de la región, se ha caracterizado por ser un nuevo museo, ya que exhibe facsímiles del poeta Carlos Pellicer, cortesía de la UNAM, así como réplicas autentificadas por el INAH de máscaras de Comalcalco y Tenosique. En el patio central podrá observar también réplicas del Altar del Rey y del Altar no. 4, los cuales tienen sus originales en el Museo La Venta, en esta ciudad. Además, Quinta Real Villahermosa tiene una galería de arte nombrada Miguel Ángel Gómez Ventura, en donde se exhiben obras de artistas tabasqueños de renombre, pintores y escultores como Román Barrales. Además ofrece a sus huéspedes y clientes los platillos más representativos de la cocina hispano-mexicana e internacional, así como lo mejor de la cocina típica de la región en su Restaurante Persé.
Cómo llegar
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Este servicio opera con un guía local y realizan paradas en el camino para actividades, como una caminata guiada en el desierto de cactáceos de Zapotitlán de Salinas; motos 4×4 en San José del Pacífico; clase de surfing en Puerto Escondido; paseo en el Cañón del Sumidero, Chiapas; visita a las cascadas de Agua Azul, Misol-ha y la zona arqueológica de Palenque, Chiapas y una caminata guiada en la nueva séptima maravilla del mundo: Chichen-Itzá. También ofrecen tours de uno a 65 días organizados con todo incluido.
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