Muralismo mexicano, el movimiento artístico que perfiló una nueva identidad nacional
Impulsado desde el gobierno, el muralismo mexicano plasmó lo que intelectuales y artistas consideraban un país incluyente y moderno.
En la segunda década del siglo XX nuestro país transitaba los años posrevolucionarios. Álvaro Obregón había llegado a la presidencia en diciembre de 1920 y buscaba dar cauce a los ideales de la Revolución a través de un proyecto de reconstrucción nacional.
En consecuencia, designó a José Vasconcelos como titular de la recién creada Secretaría de Educación Pública y éste desarrolló un ambicioso plan que buscaba convertir a la educación en pieza fundamental para lograr la igualdad y la justicia social tan anheladas por los mexicanos.
Por ello, Vasconcelos incluyó en su proyecto de educación al arte y la cultura; apostando al arte público. De esta manera, convocó a diferentes pintores mexicanos a formar un movimiento, no solo artístico sino cultural, que representara en los muros de diferentes instituciones públicas, una nueva identidad nacional basada en el mestizaje de los pueblos originarios y la hispanidad.
Inicia el muralismo mexicano
El proyecto fue financiado por la Secretaría de Educación Pública y diseñado con la colaboración de los pintores Diego Rivera, Jean Charlot, Xavier Guerrero y Amado de la Cueva. Cabe señalar que la iniciativa no era nueva, pues fue retomada de un plan original de Gerardo Murillo, Dr. Atl, quien en 1910, había agrupado a varios pintores para intervenir los muros de diferentes edificios públicos pero estalló la guerra revolucionaria.
De igual forma, varios especialistas coinciden en que la primera obra del muralismo mexicano fue El árbol de la Vida, pintado en 1921 por Roberto Montenegro en lo que fue el Ex Templo de San Pedro y San Pablo (hoy Museo de las Constituciones).
Edificios emblemáticos del movimiento artístico
Asimismo, otros murales se realizaron en lo que fue la Escuela Nacional Preparatoria (hoy Antiguo Colegio de San Ildefonso) donde plasmaron su talento artistas como Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Jean Charlot y Fermín Revueltas, entre otros. Este recinto es considerado por algunos como La cuna del muralismo mexicano por la cantidad de artistas que pintaron sus paredes.
También fue intervenido por varios pintores el edificio sede de la Secretaría de Educación Pública en el Centro Histórico, aunque más bien las obras del sitio son acreditadas a Diego Rivera pues él abarcó la mayor parte de los muros. Respecto a esta situación, Siqueiros criticó duramente el acaparamiento de su colega tachándolo de oportunista.
Elementos en común del muralismo mexicano
Hay que mencionar que si bien todos los pintores participantes fueron aglutinados en un solo movimiento, este no fue homogéneo pues cada artista plasmó temas de su interés particular; usando técnicas y estilos singulares.
Quizás el único rasgo unificador fue la monumentalidad de las obras y la representación de grandes temas como el progreso o la historia de México.
Eso sí, podemos decir que el arte tenía un carácter social, buscaba nuevas representaciones de la mexicanidad que incluyera los valores republicanos, el desarrollo y el trabajo; la inclusión de los campesinos e indígenas; la revalorización de nuestro pasado prehispánico; así como la reivindicación del arte popular mexicano y la caricaturización de la burguesía.
El fin del movimiento pictórico
Con el cambio de gobierno en 1924, el colectivo perdió fuerza aunque en las siguientes décadas, algunas instituciones gubernamentales siguieron invitando a los artistas a plasmar su creatividad en muros de edificios públicos, como en el Palacio de Bellas Artes; donde fueron pintados 17 murales entre 1928 y 1963 por siete artistas. Igualmente, fueron creados murales incluso en la década de los setenta, aunque más bien fueron iniciativas individuales o privadas.
Por último, algunos estudiosos consideran al muralismo mexicano como el movimiento artístico más importante de nuestro país. Lo que es un hecho es su trascendencia a nivel nacional e internacional y hoy por hoy, a más de un siglo de su gestación, la plástica mexicana de esos años sigue dando cara y cuerpo a la identidad de los mexicanos.
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