Paisajes hermosos en Chihuahua
Nuestra especie ha modificado paisajes hermosos y ecosistemas. Sin embargo, hay rincones donde la voluntad de algunos ha marcado una enorme diferencia.
Vive una experiencia única:
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México está lleno de paisajes hermosos
A pesar del impacto que el ser humano genera en el medio ambiente, aún se puede contemplar paisajes hermosos de lo que en el pasado fue México. Espacios donde el hombre y la naturaleza conviven de la mejor manera. Lo que me gusta del norte son sus vastos paisajes, llanuras que encuentran montañas, una menor y más dispersa presencia humana debido a un clima extremo en el que todo significa un mayor esfuerzo, han marcado a su gente, cultura, flora y fauna y forma de vida.
Al pie de las agrestes y legendarias montañas de la Sierra Madre Occidental, al noroeste del estado de Chihuahua, en el municipio de Janos, se encuentran hermosos paisajes enteramente norteamericanos. Bisontes y berrendos otrora migraban y se movían con toda libertad, manteniendo en el mejor estado con su pastoreo ‒intenso pero efímero‒ al mar de pastos que ondulaba al ritmo de las estaciones y paso de las grandes manadas.
Ya había escuchado maravillas del Rancho Carretas cuando visité la región en 2014 para fotografiar a la manada de bisontes que fue reintroducida en las cercanías de Janos por The Nature Conservancy. Me sonó a un rancho donde la vida se refugiaba, a diferencia de las praderas y potreros exhaustos y sobrepastoreados que son la constante, o aún peor, los monocultivos de los menonitas. Aquí el mismo ganado, integrado a los paisajes hermosos y pastizales, ha regenerado y devuelto a la abundancia de antaño a sus praderas.
Realicé una visita en diciembre de 2017 y otra en enero de 2018, volando a Ciudad Juárez, en cuyo aeropuerto me esperaban para realizar el largo recorrido por tierra hasta las estribaciones de la Sierra Madre. Hora tras hora de carretera, el paisaje refleja degradación y su riqueza original se ha esfumado. Suelo despojado de su vegetación, desertificación y escasas cabezas de ganado son la constante. Mas cuando cruzamos el cerco de la propiedad, el cambio fue radical. Praderas densas, un arroyo con agua permanente a la sombra de alisos y álamos e incluso una piara de pecaríes a la vera de la terracería me dieron la bienvenida. Una enorme diferencia a lo que por cinco horas había sido la constante.
Hoy, las praderas del Rancho Carretas y El Vado florecen bajo un manejo regenerativo que permite mantener a un abundante y creciente hato adaptado a las condiciones locales, poblaciones de vida silvestre que se están recuperando y donde los paisajes y ecosistemas están volviendo a florecer. En este caso, un pastoreo intensivo del ganado en alta densidad, emulando a las manadas de bisontes que antaño recorrieron esas praderas, ha sido la clave en este proceso.
Nunca había visto a 1150 cabezas de ganado juntas entrar a un potrero de apenas una hectárea para alimentarse por una hora y ser movida de manera puntual a la siguiente hectárea, llena de pastura fresca por la siguiente hora, y así sucesivamente. Esto permite que el ganado deje un capital en abono, enzimas e impacto de las pezuñas que remueven el suelo, y permiten a semillas de especies que estaban latentes ir recobrando la diversidad de plantas original de la pradera. Aunado a otras prácticas, han recuperado en muy corto plazo de tiempo la rentabilidad del rancho, la productividad y vida del suelo, incrementando el número de cabezas de ganado y prolongando los periodos de descanso a la pradera hasta por dieciocho meses. Al mismo tiempo, todo esto permite a la propiedad tener una menor vulnerabilidad a las sequías y sus efectos.
Cuando una osa fue avistada con dos cachorros, Servando me propuso que con Arturo Ruiz, caporal del rancho y quien tiene “excelentes ojos”, intentáramos encontrarla. Fue una mañana especialmente fría con varios grados bajo cero y con el viento aullando con fuerza, pero igual salimos temprano en una de las camionetas 4×4 para subir a una cordillera desde donde tendríamos vistas amplias a revisar. Apenas unos 25 minutos después de haber arrancado, Arturo vio a la osa en el fondo de una cañada, a unos 500 metros, donde debajo de un roble amamantaba a uno de sus cachorros, mientras el otro se encontraba trepado arriba del mismo.
Desde luego nos detuvimos, pero estábamos muy lejos para una imagen “decente”. Sin pensarlo, decidí bajar para intentar fotografiarla, mientras Arturo muy prudentemente decidió esperar por “si algo se ofrecía” y observaba todo con su telescopio. Eso sí, ofreció mandar a su perrito en mi ayuda en caso de necesitarla. Y no es que no mida los riesgos, sino que no me importa tomarlos, pues son experiencias de vida y dejan una enorme satisfacción. Me tomó unos 20 minutos conseguir bajar hasta donde calculé podría hacer una buena toma. Sin más aviso, escuché cómo la madre me sintió. Fue un momento que nunca olvidaré, cuando su cabeza asomó entre los pastos a unos 10 metros de mí, para mirarme y gruñir. Reculó un poco para dar vuelta y acercarse más, para de nuevo amenazarme.
Su mirada me hizo saber que no era bienvenido en su territorio ni cerca de su familia, mas aproveché el momento para fotografiarla, sintiendo la adrenalina correr y agradecer que uno de los cachorros “le llamó” y ella decidió iniciar la huida. Pese a todo, intenté fotografiar al osezno que se encontraba en la copa del roble, pero el pulso me flaqueó y las imágenes salieron movidas. No fue el único encuentro memorable. Conseguir fotografiar a siete venadas en el mismo cuadro, fue algo extraordinario, que habla de la abundancia de vida refugiada ahí. Que un lince, completamente silvestre, salga de la nada y se siente a escasos metros a observarme, permitiéndome fotografiarle son momentos que marcan mi vida.
Es claro que el modelo de Rancho Carretas es exitoso, y lo mejor de todo es que continuamente es visitado por productores, funcionarios y técnicos, con los que su equipo comparte conocimientos y les demuestra cómo es posible conciliar productividad con la biodiversidad. Gracias a ello, perritos de la pradera, venados bura y cola blanca, tecolotes llaneros, pecaríes, linces, pumas y osos negros son parte del paisaje. Visitarlo me dejó el mejor sabor de boca, pues aprendí que pese a todo, México y su fecunda naturaleza aún pueden sanarse gracias a la visión y emprendimiento de un pequeño grupo de compatriotas que están dando ejemplo con sus ganas de hacer bien las cosas.
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