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El patolli es un antiguo juego mesoamericano de azar y apuestas. Durante la época precolombina fue practicado por tehotihuacanos, toltecas, mayas, aztecas y el resto de los pueblos conquistados por los grandes imperios.
Su diseño varía según la región, pero su significado siempre está relacionado con el calendario. Los registros arqueológicos confirman que el patolli era jugado por las clases nobles.
Sin embargo, los registros históricos señalan que se trataba de un juego practicado por las clases populares. Ambos registros nos muestran que el patolli se convirtió, con el paso de los años, en un juego popular que no perdió su raíz sagrada.
Los arqueólogos han hallado antiguos tableros del juego pintados sobre esteras o grabados sobre piedras y rocas. Se cree que en los centros ceremoniales, el tablero del patolli era colocado y orientado hacia los puntos cardinales. Gracias a los registros escritos en crónicas y códices de la época es que tenemos conocimiento de este ancestral juego de azar.
La palabra patolli significa ‘frijoles’, pero no se refiere a cualquier frijol, sino a los típicos colorines, pequeños frijoles rojos. Estos frijolitos colorados cumplen la función de fichas y le dan el nombre al juego del patolli. El tablero sobre el que se juega tiene la forma de una cruz diagonal y está dividido en casillas. Sobre estas casillas los frijoles rojos son lanzados como dados y a sus vez utilizados como fichas.
El patolli tiene como raíz una función sagrada. Fray Diego Durán describió cómo, antes de iniciar el juego, los participantes quemaba incienso y hacían promesas a los dados.
El Códice Magliabecch narra que, antes de jugar, invocaban y pedían ayuda al dios azteca del patolli, Macuilxochitl Cinco Flor. Deidad de la música, la danza y los juegos de apuestas.
También se describe que el patolli se jugaba en las celebraciones, y que los jugadores asistían a las fiestas con el tablero y los elementos del juego bajo el brazo. Los aztecas eran apasionados apostadores y se jugaban diversos bienes, como mantas, joyas, piedras, alimento, vasijas, esclavos e incluso la propia libertad.
El patolli se juega con 2 y hasta 4 jugadores. Se utiliza un tablero y cinco colorines como dados. Cada tirada se hace arrojando los cinco frijoles. El objetivo del juego es llevar las fichas hasta la meta avanzando de acuerdo con el puntaje marcado por los colorines. Para llegar a la meta es necesario haber dado una vuelta completa a los cuatro brazos y retornar al punto de partida en las casillas centrales.
La dinámica del patolli es muy parecida a la del clásico serpientes y escaleras, pues cada jugador debe completar un ciclo exacto, sirviéndose de estrategias que le permitan ganar nuevas posiciones y apuestas, así como desplazar a sus contrincantes.
El tablero del patolli tiene forma de aspa o X, con cuatro divisiones y 52 casillas que representaban el ciclo de 52 años del calendario azteca, 4 trecenas. Cada una de estas trecenas está representada en el tablero con la imagen de cada signo. Calli -casa-, Tochtli -conejo-, Acatl -caña- y Tecpatl -pedernal. Se puede decir que el tablero es la representación del calendario solar precolombino, un elemento fundamental para el conocimiento terrenal y astronómico de los antiguos pueblos.
Durante la conquista los frailes españoles afirmaron que el patolli era un juego satánico, lo llamaron: “El juego de los demonios”. Persiguieron su práctica y con el tiempo lograron que se prohibiera por ser considerado peligroso, idólatra y pagano. Los jugadores que eran sorprendidos practicándolo y apostando sufrían castigos. Eran torturados, quemaban o amputaban sus manos, e incluso eran asesinados.
El Patolli representaba una forma de comunicación muy profunda, un lazo entre el mundo de los dioses y el de los mortales. Cuando los antiguos mexicanos jugaban al patolli, el fin no era apostar, en realidad estaban comunicándose con los dioses y el destino.
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