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Crónicas de viaje

Héroes del mar: un día de pesca en Mazatlán

Sinaloa
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© Herbey Morales / MD

Crónica de uno de los oficios más entrañables de las costas del país entero. Un homenaje a esos héroes anónimos que habitan en Mazatlán.

La ciudad de Mazatlán, uno de los 18 municipios del estado de Sinaloa, se fundó en los años 1800. Inicialmente, se creó con el propósito de impulsar la pesca. El turismo vino después y, durante mucho tiempo, fue su actividad secundaria. Hoy, Mazatlán cuenta con medio millón de habitantes y entre ellos, a las 5 de la mañana, José Rafael, se hace a la mar.

Mazatlán
Herbey Morales

En Playa Norte, en el centro de la ciudad, aunque el clima alcance los 26 grados centígrados durante el día, a esa hora, el frío cala en los huesos a 20 millas (32/37km) costa adentro. Por eso, se calza doble pantalón, una camiseta de manga larga, un chaleco de fleece amarillo y, a veces, hasta tres chamarras. La luz no es buena a esa hora, así que en su gorra –negra, roja y blanca– trae inserta una luz en la parte posterior; llevar las manos libres es fundamental, por supuesto.

Mazatlan
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José Rafael tiene 54 años y la piel bronceada, roja; el cabello ensortijado, mojado y seco; negro y cano, bigote y las manos delgadas, rasposas, fuertes. Sus ojos son obscuros y brillan, con ese lustre dulce, vidrioso, predecesor al llanto. Pesca desde que tiene 14 y es originario de Tepic, Nayarit, donde inició “picando” calamar gigante: “se pesca con anzuelo grande y cuando se abre el calamar, adentro tiene otro, y ese otro, otro y otro. Y no me lo va usted a creer, pero a veces, hasta otro más”, me cuenta. La cadena alimenticia en su representación más literal.

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Son 4:50 a.m., el sol todavía está callado, murmuran en lontananza motores y risas de pangas y sus pescadores. El mar interminable, el cielo negro, hondo, y el agua fría mojando los pies en el interior de la pequeña embarcación bautizada “Rogelín”, como el nieto menor de don Lole, pescador también, con 40 años de experiencia y con quien hoy, también, me haré a la mar.

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Él usa gorra, shorts y sudadera azul. Su pelo es lacio y usa un bigote, debajo, sonríe. Me recibió en su barca y me sentó hasta en frente, él se colocó en la popa. Hoy se cazará pez Sierra con anzuelo hecho a mano: firme, amarrado a un nylon verde chillón; me lo muestra y lo guarda; es la herramienta infaltable, infalible; el instrumento, el proveedor, el arma.

Mazatlan
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Una a una, las embarcaciones se van adentrando. Luego, contiguas, avanzan en grupo, en silencio. Estoy segura que mentalmente el mantra compartido es la buenaventura y la decisión: “habrá qué traer de regreso”. Y en la punta de la panga va pegando el aire. Imposible no pensar con esta brisa, con esta encomienda, con estas “armas” y estas ansias, en una batalla. En Esparta. ¡Vamos a traer a Helena!

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Después de un tramo, como si me hubiera leído, dice don Lole: “Aquí debemos ayudarnos entre todos, no sabes cuándo vas a necesitar ayuda; el mar es cabrón”. Y es cierto: la pesca es un trabajo de equipo, aunque cada quien vaya en su panga y pesque su pesca. ¿Y cómo podría ser distinto, si ni el mar, ni sus peces, ni los problemas son privados nunca?

pescadores mazatlan
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A mi derecha diviso leones marinos. Yo me devano los sesos explicándome en mi ignorancia por qué hay focas en Mazatlán. Y sonriendo don Lole me dice: “Ellos también van a pescar”. ¿Qué explicación más necesito? Llegamos. La ubicación es indescifrable para mí, la novata. Estoy perdida en medio del mismo mar obscuro, hondo, sinuoso, sin embargo, los pescadores sí saben y ahí es. Esperamos.

pescadores camaroneros
Herbey Morales

Las embarcaciones deben mantenerse en movimiento para llamar la atención de los peces, por momentos, el ruido del motor impide que me comunique con don Lole; sin embargo, yo lo miro a él, a todos, a todo. A mis espaldas, las luces naranjas de la ciudad titilan, las miro y recuerdo lo que he podido conocer estos últimos días. Los muchos pedazos que juntos son Mazatlán y cómo la han ido perfilando, nutriendo. Pienso específicamente en las migraciones europeas: franceses, españoles, alemanes, italianos y la poderosa influencia que tuvieron en la cultura de esta ciudad concebida para la pesca. ¿Sabrá don Lole de ello?

Las migraciones a Mazatlán

Diversas razones se han dado para explicar la emigración: pobreza, promesa de mejor futuro, desacuerdos políticos, espíritu de aventura, entre muchas otras. Alemania llegó a Mazatlán y aportó la cerveza. Sin embargo, aunque las emigraciones datan desde el año 1846, es en 1866, que la Casa Comercial Melchers y Hermanos, a través de Celso Fruhken, elaboró Gambrinus, la primera cerveza mazatleca. Esta desapareció por el escaso consumo entre la población, era un gusto poco difundido aún. Y es después, en 1880, que comienza a operar la Cervecería Nacional. Tras una serie de ajustes, infortunios, decesos y poco movimiento económico en el mercado, aparecieron y desaparecieron cervecerías y dueños. Luego de varios intentos de creación y, sobre todo, de permanencia, se estableció en la primavera del año 1901, la Cervecería Pacífico en la ciudad de Mazatlán, que hasta la fecha permanece activa y es popular mundialmente.

Mazatlan
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El baile en el mar de Mazatlán

El movimiento en la panga, milagrosamente, no me marea, pero sí nos lleva y trae con cierta cadencia. Y a mí, “pa acompañar”, una tonadita me suena en la cabeza. Sinaloa, para muchos, es sinónimo de banda; hasta ese momento soy consciente de que no he escuchado una sola banda sinaloense en todos los días que llevo aquí. El sinuoso movimiento de la barca insiste… La banda típica de Sinaloa es producto de una serie de influencias musicales extranjeras y aún hoy es posible distinguirlas.

Los instrumentos de cuerda son una aportación alemana; los de aliento, francés, alemán y español; y los de percusión son españoles. Hay diferencias en la precisión de fechas en que esto se afianzó, sin embargo son anteriores al año 1870 y se cree que el difícil acceso al estado en ese entonces, por su topografía, mantuvo y concretó la dicha mezcla musical.

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La noche anterior, durante la cena, nuestros amables anfitriones platicaban que este año, Mazatlán organiza su vigésimo primero Gran Maratón Pacífico en diciembre. Y apuesta, por sexto año consecutivo, por esa fuerza potente, por el impulso rico que da la música al corredor, al realizar la única competencia de este tipo en el mundo, con banda sinaloense en vivo: 27 diferentes, a lo largo de los 42 kilómetros (cada 2 km, aproximadamente, hay una banda diferente tocando). En 2016 lo corrieron 12,500 personas. De la conformación de música local a brindar nuevas formas de experimentar del deporte, la afortunada mezcla de las raíces y sus migraciones europeas continúan “haciendo ondas” en la ciudad de Mazatlán.

Mazatlan
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Amanece. En este primer sitio no ha habido suerte, pero un poco más allá, sí: don Lole reubica la embarcación y siente cómo pica el primer pez, tira de un jalón al animal hacia el fondo de la barca, un pitcher de la liga Olmeca no lo haría mejor: preciso lo coloca sobre el piso y en el mismo movimiento lo suelta del anzuelo y este vuelve a quedar listo para la presa siguiente.

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El cardumen de Sierra permanece avanzando, Rogelín, “nuestra” barca, también. Lole debe ser muy rápido. “Somos” los primeros en pescar Sierra de entre todo el grupo, mas no “seremos” el único afortunadamente. Las otras barcas se dan cuenta y se acercan a la zona. Avanzan. La batalla comienza. Esparta gana. ¡Rescatamos a Helena, don Lole!

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Mientras se extiende el botín y también la satisfacción de don Lole, pienso en lo afortunada que soy, y que pudiera ser cualquiera, de conocer esta otra cara del turismo en Mazatlán. Comer sus comidas, acompañar sus rutas pesqueras, andar sus caminos, intercambiar historias. Asomar la nariz en su cotidianidad. Vivir unos días el sitio que me recibe como invitada (privilegiada), observadora participante, más que como la huésped (de honor) que espera que el sitio se adapte a ella, es conocer también y es conocer en su sentido más real.

Y en este momento, salpicada de sal, botando sobre la barca, nada suena más certero: las aventuras, los viajes, los recorridos, nos mezclan, nos crecen, nos rescatan a todos los participantes.

Mazatlan
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De esta última reflexión me distraen una orquesta mal ensayada de carcajadas, mientras nos acercamos, de regreso, a la orilla. Por turnos espontáneos, involuntarios, se quiebra el ulular del viento. Quizás son 40, quizás 45 pescadores, todos pícaros. Y hay también cientos de gaviotas a la orilla. Entre todos ayudan a sacar cada panga, rodándola sobre troncos. Hay risas, también cansancio, y sobre todo, casi asible, satisfacción: no hay nada más (auto)edificante que producir y este día hubo buena pesca.

pescador
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El botín es de 38 Sierras y 4 “chileverdes”, pequeños peces redondos que hacen buen ceviche. Cien pesos el kilo de Sierra, calcula Lole llevarse hoy, quizás, 400 pesos, si lo vende todo. Aún así, sonriendo, me extiende uno de los pescados: “Es para ti”, dice. Yo también sonrío, del corazón. El pez Sierra de Mazatlán sabe a generosidad.

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Calculo 30 a 35 pangas “estacionadas” sobre la playa. Camino entre ellas y encuentro a “Selene”, ella es la hija menor de José Rafael y el nombre-amuleto de su embarcación. Esta ya está en su lugar en la playa y, entre otros, tiene descansando (en paz) en la proa, un botete. Este es un pescado pardo que se infla y del cual se saca más “pollo”: ”¡Y antes los usábamos pa jugar futbol o lo tirábamos por la borda!”, cuenta José Rafael, con quien me reencuentro.

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Potete es otro nombre del pez Globo, venenoso del hígado, pero cotizado por su sabor en los restaurantes especializados en México y en Japón, donde se conoce como Fugu. Y ahí está, a la orilla del mar de Mazatlán, recién pescado, en las manos de José Rafael. También hay otras opciones: Tarraya (mantarraya), por ejemplo, de la cual se hace caldo y filetes de sus aletas. Pescar, pienso, constituye el sustento económico y moral de una gran parte de la población en Mazatlán. Desconozco la cifra exacta en ese momento, sin embargo, lo es, estoy segura.

pesca en mazatlan
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También, estoy segura de que generación tras generación, miles de hombres van honrando el propósito que fundó la ciudad de Mazatlán, tierra de venados, tierra para la pesca. Las tradiciones en México están vivas, laten entre anzuelos con amarres de nylon, música-mosaico de banda y cactus en los techos, entre las capas de ropa y el murmullo del amanecer, cada que José Rafael y don Lole se hacen al mar.

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autor Viajera y amante de las letras.
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