Barrancas del Cobre a pie, ¿te atreverías?

Conocimos las Barrancas del Cobre a pie. Queríamos conocer más allá de las barrancas, más allá de las atracciones turísticas… Adentrarnos totalmente en los cañones y ríos del paisaje, vivir —aunque fuera por unos días— sumergidos en la magia de lo que contemplan los rarámuri en su vida diaria.

No tengo palabras, solo sentimientos. Mi boca no puede expresar lo que fue; nadie más puede sentirlo, ni apreciarlo, ni gozarlo, ni llorarlo. Solo yo y nadie más. Es difícil.

Mi mente, mi espíritu y mi corazón siguen sumergidos en las barrrancas, en lo más profundo de las aguas del cañón, en los puntos más altos de aquellas planicies eternas. Esos ascensos nocturnos donde nos perdíamos entre las estrellas, donde la luna creciente apenas iluminaba el camino que se perdía entre los árboles y las ramas atravesadas. Porque nadie pisa ahí, apenas uno o dos rarámuri lo cruzan una vez al mes. Senderos sin recorrer que nos invitaban a andarlos de noche, de día. Nos perdimos varias veces. Mis compañeros y yo buscábamos las huellas: no existían, solo debíamos subir, subir, subir. Caían rocas que casi podían quitarnos la vida en un segundo, pero la presencia divina nos protegió en cada instante.

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Marcela González Embajadora de México desconocido en Monterrey, Nuevo León.  Ver más contenido de Marcela González.