Viajando sola por Holbox
¿Cansada de la rutina? Escápate a la bellísima isla de Holbox, en Quintana Roo, y descubre ahí un paraíso que lo tiene absolutamente todo: sol, playa, tranquilidad, y la posibilidad de nadar con el increíble Tiburón Ballena.
Escápate un fin de semana:
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Cansada de la rutina y dispuesta a relajarme, busqué en el mapa un lugar tranquilo: Holbox. Esta isla angosta atrapó mi atención. “Pero si no es temporada de tiburón ballena”, me dijeron. “Mucho mejor”, pensé. “Así tendré la isla para mí”.
Llegué al pequeño puerto de Chiquilá de noche, apenas a tiempo para tomar el último ferry a Holbox. Entonces sentí inaugurada mi visita a la isla. Platicando con uno de los marineros, aprendí que Holbox es una isla de arena de casi 40 kilómetros de largo, por un par de kilómetros de ancho. Y aunque la oportunidad de hacer esnórquel con el tiburón ballena es el atractivo máximo de la isla (mayo a septiembre), ésta tiene mucho más que ofrecer.
Casa Sandra
Una vez en la isla, hay que desplazarse a pie, o bien en carrito de golf, que es el medio de transporte por excelencia en Holbox. Fue en uno de éstos como llegué a Casa Sandra, un hotel boutique elegante, localizado en la pequeña zona hotelera de la isla. Sus villas de dos niveles me recibieron con sábanas suaves de algodón puro, lo que resulta toda una hazaña en este rincón tan lejano de México.
Lo fascinante aquí es su ambiente acogedor. Además, cada uno de los detalles que conforman la decoración tiene una historia que contar: los cuadros pintados por Sandra y la música cubana que inunda el comedor se mezclan con el olor del pan de sal que se prepara todos los días para acompañar las comidas. En la cocina, además de la langosta, reina la comida cubana. El sabor casero del picadillo a la habanera, las albóndigas de la abuela y los frijoles cubanos -preparados con pimiento, cebolla y vino blanco- le dan un toque melancólico a las comidas, que siempre pueden acompañarse con la especialidad de la casa: un mojito.
Pueblo caribeño
Por la mañana decidí echarle un vistazo al pueblo, que ocupa una porción minúscula del territorio de la isla. Con dejos caribeños, por instantes glamoroso y bastante despreocupado, tiene una población interesante -no superior a los 1,500 habitantes- conformada por orgullosos holboxeños, mexicanos provenientes de todo el país y entusiastas europeos. La mayor parte de estos últimos llegaron a la isla por casualidad o en busca del tiburón ballena, y decidieron quedarse en ella para siempre. Entonces fundaron restaurantes, hoteles y bares Por ello se dice que la fascinación que suscita Holbox puede ser peligrosa.
Aunque gran parte del legado fotográfico del pueblo se perdió con el huracán Wilma, aún pueden verse algunas fotos antiguas en el Cine La Lupita, un restaurante sencillo y agradable de la plaza central, que se llama así en honor del primer cine de Holbox, que estuvo ubicado en ese lugar.
Más allá del pueblo, el resto de la isla es virgen: manglares que dan alimento y hogar a decenas de especies de aves migratorias y residentes, además de peces, crustáceos y reptiles como tortugas y cocodrilos.
¡A quemar calorías!
Como mi objetivo principal era hacer ejercicio sin prisas, decidí intentar de todo un poco, y descubrí lo siguiente:
a) Correr por la playa de la costa noreste (ida y vuelta dos veces: 7.5 km). Este ejercicio resulta comodísimo, porque la arena es firme y no hay pendiente, condiciones que se mantienen así durante todo el año. Además, la vista del mar turquesa es espectacular a lo largo de todo el trayecto.
Coordenadas: Desde el punto donde se rentan los caballos -al este del muelle del tiburón ballena- hasta Casa Tom Tom, son poco menos de 2 kilómetros.
Horario perfecto: Entre el amanecer y las 8:30 de la mañana, para evitar el calor excesivo -sobre todo en verano- y los moscos del atardecer.
Tip: Es esencial correr con gorra y lentes, pues amanece temprano y el sol puede ser implacable.
b) Nadar en el mar frente a la zona hotelera (ida y vuelta: aprox. 1 kilómetro). Aunque la escasa profundidad del mar frente a la costa provoca el levantamiento de arena y disminuye la visibilidad, el agua es transparente, la pendiente suave y el oleaje escaso. Además, la temperatura es perfecta y no hay rocas ni algas: ¡sólo arena!
Coordenadas: Trazar un semicírculo desde la playa frente al hotel Casa Las Tortugas hasta Villas Delfines.
Horario perfecto: Antes de las 9:30 de la mañana, cuando la visibilidad es mayor.
Tip: Ten cuidado con las lanchas que se acercan a la costa a recoger pasajeros; aunque sus conductores son cuidadosos, es mejor que lleve algún distintivo.
c) Remar por los ríos que atraviesan la isla de Holbox de norte a sur (ida y vuelta: aprox. 2.5 kilómetros). Tuve la suerte de tomar el tour de remo que organiza Andrés Limón ([email protected], o 984 875 2220). Se trata de uno de los recorridos menos conocidos, pero más hermosos que hay en la isla. A bordo de dos kayaks dobles, el pequeño grupo comandado por Andrés recorre los brazos del río, admirando los caprichosos mangles y las especies que allí anidan. En esta ocasión tuvimos la oportunidad de ver de cerca flamencos, ibis, garzas blancas, cormoranes y una de las joyas más difíciles de encontrar: la espátula rosada. También suelen verse cocodrilos.
Coordenadas: El tour comienza y termina en Punta Mosquito, adonde se llega en lancha con el grupo.
Horario perfecto: Ya sea muy temprano o antes del atardecer, cuando la intensidad del sol ha disminuido y se pueden ver muchísimas aves.
Tip: Los mosquitos en Holbox son cosa seria. Además de llevar un potente repelente, le sugerimos tomar complejo B (vitaminas B1, B2 y B12) desde una semana antes del viaje y durante el mismo.
¡Más actividades!
La riqueza natural de Holbox, enclavada en el Área de Protección de Flora y Fauna Yum Balam, multiplica las opciones de actividades para los viajeros. Decidí realizar un recorrido a las islas circundantes como la minúscula Isla Pasión, que puede rodearse a pie en unos cuantos minutos, o como Isla Pájaros, donde pueden verse infinidad de aves, incluyendo muchos polluelos.
Recorrido gastronómico
A pesar de ser chiquito y lejano, Holbox es un gran lugar para comer. En torno a la plaza central, conocida también como Jardín Principal, las calles de arena sirven de antesala a simpáticos restaurantes, tiendas de abarrotes, sencillas posadas y numerosos bares -que, aunque tranquilos, pueden animarse los fines de semana, sobre todo en la temporada de tiburón ballena.
Me enamoré de las pastas hechas a mano de La Cueva del Pirata, un acogedor restaurante italiano localizado frente al Jardín Principal. También recomendables son las pastas de Los Pelones, donde además preparan deliciosos mariscos. Si prefiere carne, diríjase a La Parrilla de Juan, con cortes estilo argentino. También hay excelente comida local en Buena Vista y en Cariocas, un bar en la playa con buen ambiente y una indiscutible sazón regional.
Como todo lo bueno pasa, mis días en la isla terminaron. Tomé, de nuevo, el último ferry hacia Chiquilá. “¿Cuándo volverá a la isla?”, me preguntó el capitán. Ante mi expresión de tristeza y duda, respondió contento: “Ni se apure. Seguramente regresará pronto. Así pasa con la gente
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