Xihuingo: Teotihuacan amurallada en Hidalgo
¿Sabías que en Hidalgo existen las ruinas de una pequeña ciudad teotihuacana donde algunas evidencias hacen suponer que estuvo amurallada? ¡Conoce Xihuingo!
La cultura teotihuacana nunca dejará de maravillarnos. A poco más de media hora de San Juan Teotihuacan, cerca del antiguo y bello pueblo de Tepeapulco y al norte de ciudad Sahagún, está el sitio arqueológico que los lugareños llaman por costumbre Jigüingo (en náhuatl no existe la j), por un gran cerro que existe en sus alrededores.
Probablemente estuvo ocupado antes de la época teotihuacana, ya que en las inmediaciones del área existen pinturas rupestres prehistóricas, quizá pertenecientes a los finales del Pleistoceno. Del esplendor de Xihuingo, la ciudad amurallada, quedan escasos vestigios, pero suficientes para darnos una idea de la gran importancia que tuvo antaño esta fastuosa población levantada en un privilegiado y estratégico punto de la geografía mesoamericana.
Xihuingo era un pequeño pueblo comprendido dentro de los límites del área cultural teotihuacana. Abarcaba una extensión aproximada de 1 km2 y cronológicamente queda enmarcado dentro de lo que los arqueólogos llaman Teotihuacan III y IV del periodo Clásico: años 300 a 750 d.C. Se supone que por Xihuingo pasaba una de las rutas de intercambio comercial que iba del altiplano central hacia el oriente. La ruta desde Teotihuacan pasaba por Tepepulco, Otumba, Calpulalpan, Tlaxcala y de allí hasta la costa del Golfo.
QUINTAESENCIA TEOTIHUACANA
Xihuingo tiene una pequeña calzada, muy similar a la de Teotihuacan; pero en lugar de estar ubicada, como esta última, en relación con las Pléyades, tiene otras dos orientaciones arqueo-astronómicas, siendo una de ellas coincidente con el norte teotihuacano. La orientación de acuerdo con las Pléyades (pertenecientes a la constelación de Tauro) de la Calzada de los Muertos es de 17° al norte, porque antiguamente en tal punto del horizonte terrestre parecía “salir” la constelación; actualmente hay un “desfasamiento” o variación de un grado cada mil años. Se sabe que, de manera general, todas las construcciones de Mesoamérica coincidían en sus ejes ortogonales y diagonales con orientaciones solsticiales, equinocciales, estelares y/o planetarias, y ésta no es una excepción.
LA PIRAMIDE DEL TECOLOTE
Llama la atención en este centro arqueológico, entre todo el conjunto de antiguos edificios que apenas se adivinan entre la vegetación: una pirámide que parece ser la más importante, un hermoso edificio restaurado de cerca de diez metros de altura y una planta de veinte por veinte metros. Esta pirámide principal ha sido llamada “del tecolote” (porque en ella se encontró una escultura de este animal). Es un edificio de cuatro cuerpos, cuya mayor singularidad consiste en que en uno de sus costados –el correspondiente a la orientación hacia el este– todavía mantiene asombrosamente su color rojo original. Probablemente se deba a que el estuco utilizado fue elaborado con polvo de tezontle y lodo, mezcla llamada pavimento teotihuacano, que pocas veces se ha podido observar tan bien conservada como en Xihuingo.
El rojo estuco de la cara de la Pirámide del Tecolote todavía nos reserva una maravillosa sorpresa, ya que con luz rasante sobre él es posible advertir unos interesantes estuco-glifos con forma espiralada que curiosamente concuerdan con ese mismo diseño repetido en múltiples petroglifos localizados sobre las faldas del aledaño cerro de Las Ardillas. En este centro arqueológico y en los cerros contiguos hay más de 200 petroglifos.
PROTOTIPO TEOTIHUACANO
La Pirámide del Tecolote es una soberbia construcción con tan extraordinarias características teotihuacanas que se dice fue utilizada como modelo o prototipo para la restauración de las escalinatas de la Calzada de los Muertos en Teotihuacan. En el edificio restaurado podemos encontrar los clásicos talud y tablero característicos de los edificios teotihuacanos. Sus escaleras poseen el estilo clásico dado en la alfarda y la medida de la huella de los escalones centrales; es una proporción áurea que, multiplicada por 13, nos da la longitud total de cada cuerpo de la pirámide; y el número 13, multiplicado por cuatro (cada uno de los cuerpos) nos da 52, es decir, los años que componían el siglo mesoamericano.
En cuanto a las zonas aparentemente habitacionales, destacan enormes cuartos de 40 x 60 metros, semejantes a los conjuntos departamentales de Teotihuacan como Yayahuala. Encontramos en este conjunto urbano un rasgo arquitectónico muy pocas veces repetido en Mesoamérica: escalinatas en ángulo, singularidad que también podemos hallar en el antiguo totonacapan poblano, específicamente en Yohualichan. En los cerros que rodean a Xihuingo se han descubierto pequeños sistemas de regadío asociados a represas prehispánicas, e incluso restos de caseríos de la época azteca.
XIHUINGO-TEPEAPULCO Y LA OBSIDIANA
Tepeapulco fue una parte nodal de la ruta de comercio teotihuacana hacia la costa del Golfo pues se ubica al centro de tres áreas productoras importantes: Sierra de las Navajas, Otumba y Paredón, por la laguna de Tecocomulco (frontera con los tlaxcaltecas). ¿Pero qué producían estas localidades? Principalmente obsidiana (sílice o vidrio natural), una de las materias más preciadas en el México antiguo; entre los minerales, su valor sólo era superado por el jade, la turquesa y la hematita.
Sabido es que los pueblos mesoamericanos han sido los que más y mejores obras de arte han producido con obsidiana en el mundo, un material difícil de trabajar. Precisamente en el altiplano mexicano, cercano a Pachuca, Hidalgo, se encuentra la Sierra de las Navajas, el yacimiento de obsidiana más importante de Mesoamérica, con varias minas prehispánicas y en donde existen vetas tan ricas de ese vidrio naturalmente coloreado que aún hoy se siguen explotando. Al igual que en tiempos pasados, además de la obsidiana negra –la más común- se siguen extrayendo otras, preciadas por sus tonalidades y variedades, como la verde y la dorada. Estos precisos y costosísimos materiales eran llevados desde aquí hasta tierras mayas, a través de las rutas de comercio entre las culturas teotihuacanas y las del Golfo, incluso probablemente a Centroamérica.
TEPEAPULCO, FRAY BERNARDINO DE SAHAGÚN Y EL CÓDICE FLORENTINO
Tepeapulco y todas sus áreas aledañas, como Xihuingo y la laguna de Tecocomulco, tienen importantes restos arqueológicos desde épocas prehistóricas y prehispánicas; pero además tienen un convento franciscano que data de los primeros años de la Colonia. En este convento se inició uno de los más importantes documentos de la historia mexicana: el Códice Florentino.
El iniciador, compilador, traductor y editor de este célebre códice –auténtica joya de información sociológica, cultura e histórica- fue el religioso fray Bernardino de Sahagún (¿1499?-1590), quien empezó a elaborar en el convento de Tepeapulco los primeros manuscritos de la que sería una obra monumental, tanto en cantidad como en calidad informativa: “[Fray Bernardino de Sahagún] durante dos años [de 1558 a 1560] estuvo en Tepeapulco allegando los materiales primerizos de su magna “historia”, los cuales se identifican con lo que hoy conocemos como Primeros memoriales.” Definitivamente, si se visita Xihuingo o Jigüingo, no se puede dejar de ver el famoso, antiguo y hermoso convento franciscano, así como el mueso de arqueología ubicado en una de sus áreas.
CÓMO LLEGAR A XIHUINGO
Desde la ciudad de México se debe tomar la autopista núm. 136 hasta Texcoco y continuar por la carretera principal hasta llegar a Calpulalpan, Hidalgo. Siete kilómetros adelante hay que desviarse a la izquierda hacia Ciudad Sahagún; a tres kilómetros se encuentra Tepeapulco y tras recorrer kilómetro y medio de terracería se llega a la zona arqueológica de Xihuingo: lugar de reunión de tribus.
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