Aves tropicales: el color de la selva mexicana
Las verdes extensiones tropicales de México, salvajes y enigmáticas, vigilan una gran variedad de fauna, la que habita en los rascacielos selváticos. Esta se compone de pequeños mamíferos arborícolas y, principalmente, por una multitud de aves de brillantes y diversos colores.
Las verdes extensiones tropicales de México, salvajes y enigmáticas, vigilan una gran variedad de fauna, la que habita en los rascacielos selváticos. Ésta se compone de pequeños mamíferos arborícolas y, principalmente, por una multitud de aves de brillantes y diversos colores.
Loros y guacamayas de vistoso plumaje y tucanes de enorme pico dan el sonido característico de la selva mexicana, además de darle un colorido mágico al contrastar con el luminoso follaje. La humedad y el calor, así como la vasta vegetación hacen que el alimento nunca falte. Estos acróbatas alados suelen bajar a las zonas inferiores de la selva para alimentarse de frutos maduros caídos de los árboles, pero se encuentran con mayor abundancia en las zonas altas, trasladándose entre el ramaje con ayuda de sus fuertes patas y poderosos picos.
Algunas aves buscan árboles huecos para anidar, mientras otras prefieren salientes rocosas o cuevas. Existen pocos enemigos naturales para esta comunidad, ya que los felinos sólo trepan a los niveles medios de la selva; no obstante, su principal rival es el águila arpía, que caza aves tropicales con el único fin de preservar su especie.
La familia de los psitácidos
Cada mañana, la selva se colma de gritos desordenados provenientes de los árboles, algunos son agudos trinos y otros roncos graznidos. Los psitácidos se posan en parvadas o parejas, dependiendo de la época del año, en la copa de algún árbol, hasta que deciden emprender un vuelo masivo en busca de alimento, que se basa en frutos tropicales y semillas.
Emitiendo un ruidero ensordecedor, vuelan hasta encontrar un platanar o un maizal al que devastan completamente; sin dejar de gritar y arrebatándose la comida unas a otras, sacian su hambre para posteriormente, al atardecer, regresan al mismo árbol y dispersarse para descansar en huecos a gran altura del suelo. Este tipo de aves tiene una manera muy peculiar de comer: usan una de sus patas para llevarse al comida a la boca, por ello, al alimentarse casi siempre están paradas sobre una extremidad.
Las guacamayas y sus primos tienen formas físicas muy parecidas en todos sus miembros y no se parecen a las demás aves, por lo que es imposible confundirlas con otras especies. Poseen un cuerpo robusto cubierto de un fino plumón, grisáceo, que se asoma principalmente en el pecho cuando mudan el plumaje exterior; pueden medir de 15 cm de longitud (cotorrilla colicorta), hasta 90 cm según la especie (guacamaya roja). Sus patas son cortas como el cuello; aquéllas son prensiles y están dotadas de cuatro dedos, dos hacia adelante y dos hacia atrás como la mayoría de las aves trepadoras.
La cabeza es grande y el pico excesivamente fuerte; la mitad superior es más prominente y está cruzada hacia abajo, además de moverse con independencia de la mitad inferior. Dentro del pico se encuentra una lengua carnosa de gran movilidad que las ayuda a emitir varios sonidos. Algunas de estas aves son excelentes imitadoras y repiten voces humanas fácilmente, pero otras no pronuncian ni una sola palabra.
Se dice que pueden llegar a vivir entre 70 y 90 años, considerándolas campeonas de longevidad entre las aves. Para diferenciar a los jóvenes de los viejos, sólo basta observar los tonos del plumaje: los descoloridos son los jóvenes, y los de colores vivos son los viejos.
guacamayas
Las guacamayas
En México existen alrededor de 30 especies de psitácidos; entre ellas destacan las guacamayas -también llamadas macaos, aras y papagayos-, que son los miembros más grandes y coloridos de esta familia. Se diferencian de sus primos por tener piel desnuda cubriendo sus mejillas y rodeando sus ojos, y una cola muy larga y coloreada.
En época de crianza las grandes bandadas se dividen en parejas. Al poner los huevos, su carácter es muy agresivo y atacan con saña a cualquier intruso que se acerque al nido. Lo polluelos nacen después de 28 días de incubación, y a las trece semanas están completamente desarrollados y listos para volar.
Las especies de guacamayas que habitan en nuestro país son tres: la guacamaya verde (Ara militaris), de 75 cm de longitud, color verde en todo el cuerpo, frente roja, y cola y alas con tonos verdes amarillentos en la parte posterior, y azules y rojos en la parte superior; se le encuentra todavía en pequeños grupos en zonas secas de la planicie costera neotropical del Pacífico.
La guacamaya roja (Ara macao), de 90 cm de longitud, color rojo escarlata con tonos amarillos y azules en las alas; su cola mide 60 cm y es de colores rojo y azul; habita en las escasas zonas protegidas de la Selva Lacandona en el sureste de México.
Existe otra guacamaya azul y oro (Ara ararauna) que no se sabe con certeza si es mexicana o no, pero se dice haber visto algunos ejemplares dentro del territorio nacional, ésta es de color azul en la zona de la nuca, la espalda y sobre la cola, y amarillo en pecho, abdomen y bajo la cola y las alas; mide 80 cm de longitud.
Loros, cotorros y pericos: otros miembros de la familia
¿Quién no recuerda a los desalmados bucaneros que cruzaban los siete mares con perico al hombro?, ¿o al cotorrito que hizo compañía a Crusoe en su isla desierta?, ¿o al loro pelado del convento que cantaba «despeinada ajá ajá»? La mayoría de nosotros conocemos alguna historia o anécdota relacionada con estas parlanchinas aves.
Todas son muy parecidas y tienen el espacio comprendido entre el pico y los ojos, a cada lado de la cabeza, cubierto de plumas. En las especies mexicanas, predomina el color verde en todo el cuerpo, aunque algunos presentan tonos blancos, rojos, amarillos, cafés, grises y naranjas en cabeza, frente, alas y cola.
Vuelan en parvadas con aleteos cortos y rápidos, y anidan en árboles huecos, túneles que encuentran en el terreno, grietas en roca y cuevas. El número de huevos varía desde dos en especies grandes y hasta diez en pequeñas.
Cotorras, pericos y loros han sido, y desgraciadamente siguen siendo, las aves mascota por excelencia, debido a que algunas personas creen que «hablan»; estas aves imitan sonidos que escuchan con frecuencia. Esta capacidad se debe a la formación del cuello y a las características de la lengua, y aunque parece que entienden lo que dicen, sólo repiten asociando palabras con el tiempo, con otros sonidos o con algunas personas que reconocen.
Tienen un excelente sentido del gusto, por lo que, al estar en cautiverio, llegan a comer, además de semillas de girasol y elotes, chocolates y pasteles, porque asocian los sabores dulces del azúcar refinada con los de las frutas tropicales. Muchas personas se enorgullecen porque su perico come galletas de animalitos, pero desconocen que lo único que están haciendo es acortando el tiempo de vida de su mascota, ya que no están recibiendo las propiedades alimenticias suficientes.
Entre las especies mexicanas que corren peligro de desaparecer gracias a la irracionalidad humana se encuentran: la cotorra común (Aratinga canicularis), también conocida como perico frente naranja o perico atolero; mide 22 cm de longitud, es verde con la frente anaranjada seguida de una zona azul, y tonos azules en las alas; habita en la planicie costera y en las selvas fronterizas del sureste; aprende a pronunciar algunas palabras.
El perico frente blanca (Amazona albifrons) o loro de los manglares, tiene 25 cm de longitud, es verde con la frente blanca seguida de un tono azul y antifaz rojo; colores rojos y azules en las alas; habita en la planicie costera cerca de manglares y esteros; no aprende a hablar.
El loro de mejillas amarillas (Amazona autumnalis) o perico guayabero, es de 35 cm de longitud, de color verde, frente roja y coronilla y nuca azul claro, mancha amarilla bajo los ojos y tonos rojos en las alas; habita en zonas húmedas de las selvas del sureste.
El loro real (Amazona ochrocephala) o loro de cabeza amarilla, de 35 cm de longitud, verde con la cabeza amarilla, tonos azules y rojos en las alas, habita en la planicie costera y en el sureste mexicano con excepción de Yucatán. es el loro que más repite vocablos y el que todos quieren como mascota. Por último, el loro montañés (Amazona finschi) o loro de frente roja, de 35 cm de longitud, es verde con la frente roja seguida de un mechón azul, tonos rojos en las alas, vive en la planicie costera del Pacífico desde Chihuahua hasta Oaxaca.
Los ramfástidos: tucanes y tucancillos
Saltando de rama en rama, o surcando los cielos selváticos, una curiosas aves llaman la atención por su extravagante pico, parecido a las narices postizas de cómicos y magos. Conocidos como tucanes, al verlos en vuelo, en lugar de aves parecen picos voladores con pájaros pegados a ellos.
El tamaño del pico es en ocasiones más grande que el cuerpo y de apariencia pesada; pero en realidad, es hueco, liviano, y lo forman envolturas delgadas y sostenidas por un armazón de delicados huesecillos. Está relleno de espacios esponjosos con aire y los bordes están dentados a modo de sierra; dentro de él los tucanes guardan una delgada lengua parecida a una pluma bellosa.
No se conoce a ciencia cierta la función del pico, algunos dicen que mejora la percepción de los olores, para obtener alimento de las ramas más delgadas, para defenderse e intimidar a sus enemigos, o para galantear ante las hembras.
Estas aves tienen patas fuertes adaptadas para trepar y sostenerse en lo alto de la selva; los ojos son móviles y pequeños; la cola es relativamente larga y las alas cortas redondeadas. Para dormir, doblan la cabeza hacia atrás y apoyan el pico sobre su espalda, cruzándolo con la cola; duermen en árboles huecos y algunas veces se reúnen varios tucanes en un mismo hueco.
Al asomarse el primer rayo de sol, se escuchan voces rasposas y metálicas, hasta que una bandada compuesta por diez individuos aproximadamente, sale de su «casa habitación» a recorrer la selva. Los tucanes se alimentan de frutas: las pequeñas las toman con la punta del pico y las engullen enteras con un rápido movimiento hacia atrás de la cabeza, mientras que las de mayor tamaño, sólo arrancan pequeñas porciones y las degluten de igual modo. La dieta se complementa con huevos de otras aves, insectos y pequeños reptiles.
Ponen de dos a cuatro huevos que incuban ambos padres por 40 días, los polluelos se desarrollan después de siete semanas de vida.
En México, podemos encontrar tres de las 37 especies mundiales: el tucancillo verde (Aulacorhynchus prasinus), de 30 cm de longitud, con diferentes tonos verdes en espalda, pecho y cabeza; la garganta es blanca y el pico tiene colores amarillo y negro; se encuentra en selvas templadas y de niebla del sureste mexicano.
El tucancillo collarejo (Pteroglossus torquatus), de 40 cm de longitud, de color predominantemente negro con tonos amarillos y rojos en pecho y abdomen, el pico gris y negro; habita en las selvas cálidas y templadas del sur de nuestro país.
Y el tucán pecho amarillo (Ramphastos sulfuratus) o tucán real, de 50 cm de longitud, de color negro, cuello y pecho amarillo, la base de la cola es blanca y roja, el pico presenta vivos colores como verdes, azules, amarillos, naranjas y la punta roja, habita en las selvas húmedas del sureste y en la planicie costera.
La extinción de aves tropicales
«Mira esa, las cazan en Veracruz. Ahí donde vive mi tío se suben a los árboles y se las roban desde chicas. El otro día nos mandó cinco de esos pericos verdes, vendimos tres y nos quedamos con dos, pero se nos murieron luego luego. También me dijo que si quería una guacamaya, como la rojita que tenían en el taller, ¿estaría bien o no?»
Escuché esta plática frente al espacio de las guacamayas en un zoológico. Como estas personas hay una gran cantidad que tienen en su casa loros, cotorras, pericos y hasta tucanes y guacamayas, con el único fin de llamar la atención o usarlas como adornos. Es urgente que las autoridades hagan algo para frenar la destrucción de selvas y bosques tropicales, su hábitat natural; pero principalmente par terminar con el comercio no sólo de aves tropicales, sino de toda la fauna silvestre mexicana.
Por lo que respecta a nosotros debemos evitar adquirir, ya sea compradas o regaladas cualquier tipo de ave silvestre y concientizar a las personas que nos rodean sobre este asunto. Si no hacemos nada, antes de lo que pensamos, exterminaremos estas especies una a una, como ya lo hicimos con el carpintero imperial mexicano y el cóndor de California.