Cuauhxicalli: el recipiente de corazones de los mexicas
El cuauhxicalli fue un recipiente de piedra usado por los mexicas para ofrendar corazones humanos a los dioses. De diversas y estilizadas formas, este contenedor representó la cosmovisión del mundo de los tenochcas.
A menudo estigmatizado por prejuicios culturales e históricos, el sacrificio humano entre los pueblos mesoamericanos es un fenómeno mucho más complejo que solo una proyección moral de nuestro presente. Más allá de un juego de poder ejercido a través del miedo, o de una profanación «satánica», en este ritual se reunían elementos antropológicos y religiosos con siglos de historia, los cuales tenían una detallada construcción cosmogónica alrededor. No había mayor acontecimiento que ofrecer corazones a los dioses en estas ceremonias. Los mexicas, herederos de esta intrincada cuestión, también crearon un elemento escultural y ritual único, el cual servía como recipiente de este órgano del cuerpo: el cuauhxicalli.
El sacrifico humano y el cuauhxicalli
El sacrificio humano estuvo presente en toda la historia de Mesoamérica. Fue una manera de muerte ritual que permitía mantener la vida y prolongarla después de fallecer. Se tenía la impresión de controlar un universo que se percibía cambiante e impredecible. También se aseguraba la continuidad del mundo y sus ciclos naturales. Pero sobre todo, se retribuía el sacrificio primigenio de las deidades que brindaron existencia a la realidad.
Si bien es cierto que su presencia abarca todos los periodos de la historia de los pueblos mesoamericanos, es cierto que el énfasis en el sacrificio humano y su práctica fue mayor desde el periodo Epiclásico (650 d.C.-850 d.C) y sobre todo, el Posclásico (900 d.C.-1521 d.C.)
Hubo distintos tipos de sacrificio en cada cultura prehispánica. De entre todos los elementos del cuerpo que se ofrecían como alimento sagrado, y como nexo entre los hombres y los dioses, los más fundamentales fueron la sangre y el corazón. Es así que para contener al órgano que bombea sangre n nuestro cuerpo, se empezaron a elaborar vasijas que los pueblos nahuas llamaban cuauhxicalli. El nombre está compuesto por las palabras cuauhtli (águila) y xicalli (vaso), es decir, «vaso del águila». Esto alude a la idea de que el Sol, bajo la figura de un águila, recogía los preciosos corazones ofrecidos en los sacrificios.
El cuauhxicalli mexica
Hay ejemplos de cuauhxicalli provenientes de Tula y contextos afines a esta cultura. Sin embargo, los más característicos son los que elaboraron los mexicas. Y es que lo que distinguió a los recipientes hechos por los tenochcas, fue su envergadura y rico tallado en piedra, constituyéndolos en espléndidas piezas con fines rituales.
Estos cuauhxicalli están hechos de piedra. La selección de este material no es casualidad, ya que éste tiene diversas implicaciones cosmogónicas. La idea es que fueran objetos hechos para perdurar en la eternidad. Tenían que ser elementos permanentes, así como el mundo y el universo, gracias al sacrificio.
Varios de los “vasos del águila”, tienen en promedio 19 centímetros de diámetro y 9 centímetros de altura. Su decoración hace referencia a las concepciones sagradas de los mexicas. Incluyen la representación de corazones humanos o de plumas de aves rapaces. Esto denota la idea de manutención del Sol a través de de las ofrendas sacrificadas. Sus avatares, las águilas, lo alimentaban cargando llevando el sagrado corazón.
Al fondo del recipiente suele estar inscrito el glifo 4-ollin (Cuatro-Movimiento), símbolo del Quinto Sol y síntesis de la concepción cíclica del tiempo mesoamericano. Por debajo, en la superficie sobre la que descansa el recipiente, sobresalen representaciones de lo telúrico, es decir, la Tierra, asociadas a elementos femeninos.
Los cuauhxicalli monumentales
Si de por si los recipientes para corazones humanos que elaboraban los mexicas tienen una enorme complejidad, destacan los que tallaron en dimensiones monumentales. Vale la pena mencionar los tres mejores ejemplos de estos, los cuales nos revelan la maestría de la escultura religiosa tenochca.
Estas piezas son la que tiene forma de águila real, la cual se exhibe en el Museo del Templo Mayor; la que tiene forma de jaguar y se encuentra en el Museo Nacional de Antropología. Finalmente, también en este complejo esta expuesta la famosa de Piedra de Moctezuma, la cual también es un cuauhxicalli.
Todas ellas tienen un detallado trabajo de esculpido en piedra. Los cuauhxicalli de águila real y jaguar impresionan por el realismo de los animales retratados, ambos símbolos religiosos de los poderes tanto diurnos como nocturnos. Es inevitable no pensar que también expresan el poderío mexica, ya que las dos bestias eran los principales motivos de sus órdenes militares, los guerreros águila y los guerreros jaguar. Por otro lado, la Piedra de Moctezuma expresa en su forma circular, diversos pasajes de armas donde los tenochcas salieron vencedores sobre pueblos que fueron sometidos a su dominio.