Historia reciente de las Misiones de la Sierra Gorda de Querétaro

En plena Sierra Gorda queretana, después de dos siglos de oculta permanencia, hoy lucen en toda su belleza, después de sufrir una digna y cuidadosa restauración, las cinco misiones franciscanas que levantaran, hacia la mitad del siglo XVIII, esa media docena de frailes incendiados de amor a Dios y al prójimo, encabezados por un hombre con talla de gigante: fray Junípero Serra. Misiones que, además del hondo significado evangelizador y social que tuvieron en su tiempo, resultan un dechado de arte, de ese barroco popular mexicano, único en su género.

Jalpan, Tancoyol, Landa, Concá y Tilaco, fueron nuevamente situadas en su calidad de joyas coloniales, al ser, “redescubiertas” en 1961 en medio de un total abandono, por un grupo de estudiosos del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Los expedicionarios investigaban las antiguas misiones agustinianas de San Luis Potosí, cerca de Xilitla en la Huasteca potosina, cuando los sorprendió una tormenta que ocasionó que perdieran el rumbo y caminaran al azar durante horas, en plena noche. Al amanecer se encontraron ante una ruinosa iglesia que, entre maleza y abrojos, dejaba traslucir una fachada extraordinariamente hermosa. Era la misión de Jalpan. Sin vestigios de presencia humana a su alrededor, los restos de aquella resistían los embates del tiempo y la depredación de los elementos naturales, aguardando su rescate para contar su historia y la de los hombres que la edificaron.

Redescubrir la misión Jalpan era como encontrar simplemente la punta del ovillo. Bastaba jalar de él para siguiendo su rastro, localizar a para, sus cuatro misiones hermanas e irse asombrando ante su portentosa arquitectura. El asombro no sería exclusivo en cuanto al arte, sino que, necesariamente, llegaría hasta los hombres que los realizaron y al cómo y al porqué, para muchos ya olvidados.

Y no es que se ignorara del todo la existencia de las misiones puesto que Fray Francisco Palou, compañero y biógrafo de fray Junípero Serra, dio en su obra cabal descripción de ellas; y por citar otras menciones interesantes anotaremos que el investigador Jacques Soustelle, en su libro sobre losOtomí-pames, que escribiera en 193 7, habló sobre ellas, y que otros escritores, como Meade y Gieger las nombraron igualmente en sus estudios realizados entre 1951 y 1957.

Cuando en 1767 los franciscanos tuvieron que dejar sus misiones en manos del clero secular para ir a sustituir los enormes huecos dejados por los jesuitas recién expulsados de los entonces territorios d e la Nueva España, su labor extraordinaria en la región se vino abajo: la población reunida con tanto esfuerzo se dispersó, y los lugares —con sus respectivas misiones—, fueron abandonados. Algunos decenios después, la Guerra de Independencia de 1810 y los años posteriores de disturbios, luchas internas, intervenciones extranjeras, revoluciones, todo acompañado de irresponsabilidad y de la ignorancia de muchos, sumieron aquella obra fabulosa, aquel arte, en una total ruina solitaria.

Fray Junípero Serra, al dejar su amada Sierra Gorda queretana, interrumpía una parte de su empresa gigantesca, para reanudarla en otras latitudes: en las Californias, donde se conservan las muestras de su labor misional desde San Diego a San Francisco; labor de tal manera apreciada, que, actualmente, su estatua ocupa lugar de honor en la Casa de Representantes de la Cámara de Diputados de Washington, por considerársele el personaje más ilustre del estado de California.

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