Jalpan: una fe y dos culturas (1751-1758)
Una vez llegado a Jalpan, el paseante se dispone al inicio de todo un espectáculo barroco, ante la primera de esas fachadas excepcionales que proyectaran y ejecutaran los ocultos héroes misioneros, en unión de sus amados e incondicionales pames y jonaces.
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Como en todo barroco, la creatividad se vuelca en un alarde de formas y símbolos, que los misioneros usan para el adoctrinamiento. El patrono titular de este templo, Santiago Apóstol, patrón de España, quien —según la piedad hispana—, llegó de peregrino a Compostela, aparece aquí con su guaje típico, cayado, y las conchas con las que bebía agua por los caminos.
En los basamentos inferiores se aprecian, a cada lado, curiosas águilas bicéfalas que recuerdan las clásicas de los Habsburgo, pero que además llevan una serpiente entre el pico, clara reminiscencia del mito azteca. Esa referencia de dualidad, vuelve a repetirse en el segundo cuerpo, en los nichos donde se levantan dos preciosas esculturas de la Virgen: una, en su advocación de la españolísima «Pilarica», y otra en la de la Guadalupana, Reina de México.
En la entrada de concha embutida, están San Pedro y San Pablo, en los pilares Santo Domingo de Guzmán, a la izquierda, y San Francisco de Asís, a la derecha. Al centro, sobre la concha de acceso, luce el escudo franciscano de las cinco llagas, y sobre él, el otro escudo de los hijos del santo de Asís: dos brazos cruzados: el de Cristo y el del propio San Francisco.
El lucernario u ojo de buey que da paso a la luz hacia el interior del coro, está rodeado por cortinajes de piedra que descorren unos ángeles. Coronando la parte central, donde hoy se aprecia un reloj. La torre, esbelta, es de dos cuerpos, ornada con columnas salomónicas; la remata una cruz de hierro forjado. En los intersticios, follaje, guirnaldas, flores, rocallas y arabescos.
El interior es de una sola nave y está deprovista de los retablos, hermosos sin duda, que debieron cubrir sus muros y el altar principal. La iglesia se levanta dentro de un gran atrio, tan propio para las actividades misionales. La portería adjunta al convento presenta dos arcadas de medio punto y da acceso al pequeño claustro —hoy tan bien cuidado—, con fuente central, a cuyo borde tantas veces se sentaría fray junípero en breve reposo de sus correrías.
En esta misión centraron sus esfuerzos, principalmente, el propio Serra, y los frailes Palou, Samaniego y Molina. Admirar tanta belleza, lleva tiempo y cansa sin sentir. Actualmente, el simpático pueblito de Jalpan, que vale la pena recorrer, cuenta con un pequeño hotel de corte colonial y razonables precios.
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