Finca San Francisco, un paseo entre nubes y cafetales
Un lugar donde se cosecha el café. En Finca San Francisco se vive una experiencia única en medio de cafetales y nubes.
Cuando los granos de café se han vueltos rojos en Finca San Francisco, llega el momento de la cosecha, entre octubre y febrero. Vienen entonces de lejos, de Guatemala las más de las veces, cientos de trabajadores a participar en la tapisca de las distintas fincas.
Al norte de Tapachula, en el ondulado paisaje de la Sierra Madre de Chiapas, se extiende un manto de cafetales. Ese universo verde, cubierto a ratos de neblina, comenzó a desarrollarse en el siglo XIX, cuando distintos inmigrantes europeos se dieron a la tarea de producir café en la zona del Soconusco.
Descubrir las haciendas cafetaleras de entonces, es el sentido detrás de la fascinante Ruta del Café. Luego de recorrer Argovia y comer en Hamburgo, Astrid y yo llegamos antes de que oscureciera a la más alejada de todas, San Francisco, ubicada a 1,350 metros sobre el nivel del mar. Teníamos el fin de semana libre, así que escaparnos a la tranquilidad de esa apartada finca parecía una buena idea.
Además de producir café de altura, el tiempo en la Finca San Francisco está dedicado a la floricultura. En sus amplios viveros crecen orquídeas y anturios de todos colores que luego se venden como flores de corte o en maceta. Alrededor no hay más que cañadas cubiertas de cafetos, en medio un hotel boutique con más de una década de experiencia.
Si bien antes era atendido personalmente por sus dueños, Rainer Boehme e Ibbeth Cifuentes, a los que conocimos bien en un viaje anterior, hoy es un equipo especializado el que se encarga de hacer sentir como en casa a los huéspedes.
En las cuatro primeras habitaciones queda resumida la esencia del lugar: se llaman La Finca, Cafetos, Orquídea y Anturio. La última, dedicada a las flores de intensas, casi plastificadas tonalidades, fue mi cuarto por una noche. Nos dio gusto descubrir que existe un espacio nuevo en el hotel, conformado por una pequeña piscina, terraza, spa y dos suites con balcón que a su vez poseen nombres elocuentes: Caída de Sol y El Cielo.
Mientras Astrid tomaba una siesta, yo decidí sentarme a leer junto a la alberca. Nos volvimos a juntar para ver el día desaparecer. Y es que los atardeceres aquí transfiguran el mundo en un lumínico espectáculo. Las noches son para descansar en silencio, las mañanas llegan para hacer excursiones por el terreno circundante y aprender todo acerca del complejo proceso del café —desde la recolección de las cerezas hasta el tostado de los granos—. Y eso fue lo que hicimos al día siguiente.
Después del tour por los cafetales y los invernaderos, la forma más cómoda de contemplar el vaivén de las montañas en derredor es quizá desde el restaurante El Patrón, nombrado así en homenaje al ingeniero Boehme, a quien le gusta cocinar. Fue él quien dio un toque especial a las recetas alemanas de su mamá, combinándolas con ingredientes mexicanos y locales.
El resultado es un menú donde lo mismo caben un filete de res en salsa de vino tinto, que langosta acompañada de papas al romero o una tarta húmeda de chocolate chiapaneco. Esa había sido nuestra cena, y ahora las copas de vino de la noche anterior eran sustituidas por humeantes tazas de café. La mañana nos había rendido: ya habíamos hecho yoga en la terraza —traer de un lado a otro los tapetes a veces termina siendo una buena idea— y respirado el aire limpio de la cañada. Solo faltaba el desayuno para que el alma, bueno al menos los sentidos se sintieran completos.
¿Sabías qué…?
Todo importa cuando de café se trata: la altura, la humedad, el declive del terreno, las porciones de luz y sombra que caen sobre las hojas y hasta las otras especies vegetales que crecen junto con las plantas de café. Se recogen entonces las cerezas, se pesan, se limpian, se despulpan; el mucílago se les retira y se ponen a secar al sol hasta que se corrugan de tal forma que los granos parecen pergaminos, así van a parar al almacén. Ese proceso, el beneficio húmedo, es el que siguen la mayoría de las fincas.
Después comienza el beneficio seco: se le retiran al pergamino las impurezas, una morteadora sirve a su vez para deshacerse de la cáscara corrugada, y el grano, ahora oro lavado, es clasificado por peso, tamaño y forma. Al final llega el momento más aromático de todos: cuando el café se tuesta, cuando el café se muele.
En tu maleta
No deben faltar botas de montaña para caminar entre los cafetales, repelente contra mosquitos, chamarra para disfrutar las noches frescas, pijama calientita, así como libros y algún juego de mesa para entretenerte cuando el sol caiga.
Contacto
Finca San Francisco
Carr. a Nueva Alemania Km 54.
Cantón Sinaí, Tapachula.
T. 01 962 283 8696.
hotelitoboutiquesfo.com.mx
Cómo llegar
En Tapachula debe tomarse la carretera que va hacia Nueva Alemania. Luego de 40 km aparece un letrero que señala la desviación a la derecha donde comienza la Ruta del Café. Las fincas están muy cerca unas de otras. Debes pasar Argovia y luego Hamburgo, para llegar hasta la más apartada que es San Francisco, ubicada a unos 15 km de la primera. Como una parte del camino es de terracería, lo ideal es llevar un vehículo 4×4 o llamar a la Finca San Francisco para solicitar ayuda.
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