La deliciosa cocina de Mérida y Campeche
Acompáñanos en un recorrido por los lugares en donde se prepara lo mejor de la exquisita gastronomía meridense y campechana, avalados por una experta en cocina regional, tradicional y gourmet.
Dicen en Mérida, que si uno pasa unos días por ahí y no sube por lo menos dos kilos, es como si no hubiera ido. Y tienen razón, es inevitable no ceder ante alguna de sus maravillas culinarias: postres y platillos diversos.
Dulce sabor de boca
La vida social de Mérida, y la cultura yucateca en general, no se pueden entender ni vivir al cien por ciento sin haber compartido y departido en una mesa con la gente de estas tierras. Por eso, la primera tarde la estrené de lleno, en compañía de unos amigos, en la Heladería y Sorbetería Colón, con más de 100 años de antigüedad (1907). No parábamos de reír con las famosas “bombas” (versos o rimas en forma de piropos), que uno de ellos no dejaba de decir. ¡Conocía muchísimas! Fue una verdadera delicia sentarnos con un sorbete de mantecado -que no queríamos que se terminara- en los portales del “Colón”.
Entre vainilla y rompope transcurrieron las horas, pero no sin antes probar otras creaciones como la crema morisca (pasas, vainilla y guayaba) y ya entrados en calorías, nos trajeron dulces “casi de autor”, como el cono envinado o capuchino, el pionono de crema y el arrolladito de crema. Cerramos con la bebida de la casa: la champola de coco, receta de La Habana (su fundador don Vicente Rodríguez, de España, emigró a Cuba donde aprendió el arte de la repostería y de la heladería).
Más dulces y queso de bola
El segundo día nos fuimos a desayunar torta de lechón, panuchos y salbutes al Bazar García Rejón. Después caminamos un rato para bajar el desayuno y nos dirigimos hacia el mercado Lucas de Gálvez (domicilio conocido, Centro) para comprar algunos dulces. Primero hicimos un alto en un puesto que estaba lleno de zapotitos, unos postres en forma de frutas de colores, hechos a base de la semilla de pepita de la calabaza local, tan bonitos que no te los quieres comer.
Después nos detuvimos en donde vendían ciricotes o ciruelas, pan de elote e ishua (una tostada dulce hecha a mano). Antes de irnos, me llamaron la atención varios puestos que vendían el queso de bola holandés y mis amigos me explicaron que éste se usa en varios platillos regionales, como lo es el famoso queso relleno de picadillo o en las marquesitas, que venden por las tardes y noches desde el Centro de Mérida hasta las playas de Puerto Progreso. Debo advertir que una vez que pruebes una, se vuelve un vicio, ¡ya no podrás pasar frente a un carrito sin comprar una! Las hacen en una plancha redonda parecida a las de las crepas, donde se echa la masa delgadita, le ponen el queso (que puede ir sólo o combinado con Nutella o mermelada), la enrollan y queda como un taco crujiente y calientito, con el queso derretido adentro. ¿Te imaginas tanta delicia?
Finalmente logramos salir del mercado, pero era tanto el bullicio y el calor de medio día, que decidimos irnos hacia Progreso (que está a tan sólo 36 km de Mérida), para terminar de pasar el día y refrescarnos un poco con la brisa del mar. Este es un paseo obligado para nadar, disfrutar la puesta del sol por la tarde y comer muy bien en alguno de los restaurantes de mariscos frente al malecón.
Campeche, deliciosa calma
El tercer día tomamos la carretera rumbo al puerto de Campeche, ubicado a 2 horas y media de Mérida por la nueva autopista. Dice un verso popular: “Dos cosas tiene Campeche que causan admiración: su pámpano en escabeche y su pan de cazón”.
Al llegar, lo primero que atrapó y cautivó mi vista fue el Malecón que corre a lo largo de la ciudad, con los barcos pescadores anclados en el mar callado y sin olas, un paisaje tan sereno, que lo deja a uno inevitablemente hipnotizado. Pero hablando de serenidad y buena comida, cuentan los campechanos que esta tranquilidad en el mar se debe a la “Sonda de Campeche” que se forma por la plataforma continental tan extensa, donde no hay mucha profundidad; de ahí la riqueza en recursos, como el camarón rosado. Suelen decir que como no se mueven demasiado los peces, están más relajados y el sabor es mucho mejor.
Para aquietar la sed, me detuve en un punto del Malecón donde vi que servían unas bebidas refrescantes, resultaron ser agua de horchata de coco (una excelente variación tropical sin leche), agua de marañón (fruta de temporada típica), caimito, ciruela, mamey y una muy local llamada Té Reca.
Para la cena nuestros anfitriones eligieron el restaurante La Pigua (llamado así por un camarón de río). Del menú todo se antoja, pero finalmente nos decidimos por unos chiles xcatic rellenos de cazón, paté de pescado y camarones cayo arca con mantequilla maya (frijoles hechos con manteca, que se te deshacen en la boca). Mientras picoteábamos estas delicias, su dueño don Francis me platicaba cómo aprendió de su abuelo las historias y recetas de los platillos caseros del antiguo Campeche. Terminamos con el especialísimo pastel de coco: dulce, suavecito y jugosito. Ahora si, después de esta comida, ¡ya se habían sumado los 2 kilos de rigor! La sobremesa se alargó porque Francis nos deleitó con historias sobre las tradiciones campechanas.
Una botana de despedida
Al día siguiente, pasé el día recorriendo las callecitas del centro de Campeche, entre su muralla, el baluarte y la Puerta de Mar, hasta que llegué a la Puerta de Tierra (al lado contrario), ya con un poco de hambre. “Me hizo ojitos” una casa antigua, y vi que era un restaurante, el Rincón Colonial del Tío Fito. Al entrar, me encontré con una impresionante cantina colonial (después supe que tiene más de 50 años), coronada con una barra de madera. Seguramente mi cara de asombro llamó la atención del personal porque cuando me di cuenta, ya estaba sentada y con algo de comer en camino. ¡Excelente atención! Sobra decir que este lugar es ideal para tomarse una michelada o un coctel con los amigos, pero lo mejor es la calidad de las botanas. Desfilan: relleno negro, pan de cazón, papadzules, remolacha con limón, algún pescado fresco y camarones.
Al salir, me acordé de algo que me había dicho don Francis y sonreí enseguida: “Lo más importante de la gastronomía campechana es la paz social, aquí se hace con calma para disfrutarla con tiempo”. Es muy cierto: Campeche y Mérida son dos ciudades que comparten muchas tradiciones, pero sobre todo: la síntesis de la cultura gastronómica que viene de la cocina casera, de tradición; ésta se toma muy en serio y se le otorga su tiempo como casi un tributo, para compartir con la familia y los amigos.
Tips para tu viaje
Sobre la Noche de Leyendas (en Mérida, Yucatán)
Es una representación histórica en la cual se visitan algunos de los edificios más importantes del Centro Histórico de Mérida, mientras se desarrolla una obra de teatro. Al terminar, se puede subir a una calandria para pasear por Paseo Montejo y disfrutar la noche.
Sobre el Mercado 7 Agosto (en la ciudad de Campeche)
Aquí es donde llegan los pescadores con los mariscos frescos: langosta, caracol, pargo, robalo, huachinango y en temporada, pez sierra o la cherna, un pescado de carne blanca, también el esmedregal de carne obscura como platillo gourmet.
Dónde dormir
Hotel Holiday Inn Paseo Montejo (en Mérida)
Tels. 01 800 000 4000 (lada sin costo) y 01 (999) 942 8800.
Holiday Inn Campeche
Tel. 01 800 000 4000 (lada sin costo).
www.holidayinn.com
Dónde comer
Heladería y Sorbetería Colón (en Mérida)
Calle 61 No. 500, entre 60 y 62, Centro, Mérida, Yucatán.
Tel. 01 (999) 928 1497.
Flamingos (en Puerto Progreso)
Calle 19 (Av. del Malecón), Progreso, Yucatán.
Tel. 01 (969) 935 2122.
La Pigua (en la ciudad de Campeche)
Malecón Miguel Alemán No. 179-A, Centro.
Ciudad Amurallada No. 49 A y 49 B.
www.lapigua.com.mx
Salón Rincón Colonial del Tío Fito (en Campeche)
Calle 59 No. 60, Centro, Campeche.
Tel. 01 (981) 816 8376.
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