Izcalli: la veintena del fin de año mexica
Correspondiente a los meses de febrero y marzo, el fin de año mexica tenía a lugar en la veintena Izcalli. En ella se realizaban los festejos correspondientes al cierre de los ciclos del tiempo anual de los antiguos tenochcas.
Dentro del calendario en el que estamos (el Gregoriano), el año cierra en el mes de diciembre. Sin embargo, haciendo las equivalencias necesarias, el fin de año mexica coincidía con los que serían los meses de enero y febrero. Para conmemorar la conclusión del cómputo de los ciclos de tiempo anual, los habitantes de Mexico-Tenochtitlan realizaban diversos festejos en la veintena que correspondiente. Llevaba por nombre Izcalli.
El cempohuallapohualli y el tonalpohualli
Como otros pueblos de Mesoamérica, los mexicas tenían dos calendarios, o cómputos de tiempo. El anual, de 365 días, era llamado en náhuatl cempohuallapohualli, que traducido al español quiere decir «cuenta de veintenas». El ritual, de 260 días, era nombrado tonalpohualli, que significa «cuenta de los días».
El primer ciclo estaba conformado por meses de veinte días, o veintenas, y cinco días aciagos. El segundo agrupaba meses de trece días, o trecenas. El cempohuallapohualli era un calendario solar, dedicado a las fiestas religiosas. El tonalpohualli era por otra parte, un calendario que indicaba las fuerzas que influían en cada jornada, y si las hacían beneficiosas o aciagas. Era usado sobre todo para los ciclos de cultivo y cosecha.
La conjunción de estos calendarios ocurría cada 52 años, fecha en la que se celebraba lo que en náhuatl era llamado xiuhmolpilli («atadura de años»), que no era otra cosa sino la Fiesta del Fuego Nuevo. En esta ceremonia se representaba el nacimiento del Sol, a fin de preservar equilibrio y orden del cosmos.
Izcalli y el fin de año mexica
Centrándonos en los meses que conformaban al cempohuallapohualli, su última veintena completa (sin contar los cinco días finales del año, los cuales eran aciagos) era llamada Izcalli, que se traduce del náhuatl al español como «crecimiento». En nuestro calendario, correspondería aproximadamente a parte de los meses de enero y febrero.
En Izcalli se conmemoraba el fin del ciclo anual, honrando al dios del fuego, Xiuhtecuhtli. Esta deidad tutelaba la regeneración del mundo a través del ardor ígneo. Por ello se llevaban a cabo una serie de festejos religiosos, mismos que derivaban en una gran ceremonia que se asemejaba a la del Fuego Nuevo. Para esta celebración, durante la noche, se apagaban todas las antorchas y lumbreras de Mexico-Tenochtitlan. De esta manera, la gente podía ver a las Pléyades, un grupo de estrellas que señalaba el cenit del Sol, símbolo del renovación del Universo.
También cada año, se elaboraba una estatua de Xiuhtecuhtli. Ésta se adornaba con una máscara de mosaico y arte plumario. Durante esta fiesta se repartía un tipo especial de tamal y se realizaba una danza ritual. Este festejo también era importante para los jóvenes de los calpullis (barrios) de la capital tenochca. A manera de iniciación, salían de caza y entregaban lo obtenido (sobre todo animales pequeños) a los sacerdotes, quienes ofrendaban las presas al fuego.
Por último, hay que comentar que los mexicas tenían una curiosa costumbre que se realizaba en este festejo. Solían “estirar” a los niños, esperando que gracias a ello, crecieran como adultos grandes y fuertes. Además, perforaban las orejas de los infantes para que ya pudieran portar orejeras y les daban de beber pulque en unas tazas pequeñas. Algunos cronistas españoles vieron en esto una especie de bautizo, pues los pequeños contaban con unos “padrinos” durante aquella práctica festiva.