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Arte y Artesanías

Las voces del maíz

maíz

"De maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas del hombre. Únicamente masa de maíz entró en la carne de nuestros padres." Popol Vuh

Base de la alimentación de nuestro México y, en general, de los pueblos indígenas del continente americano, el maíz es un cereal sagrado. De éste se aprovechan sus raíces, sus hojas y sus mazorcas; con sus secos granos se preparan las tortillas y se hacen tamales, tlacoyos, atoles, aceites, jarabes, fibras, papel…

En América, desde Canadá hasta la Tierra del Fuego, hay más de 350 tipos de tamales. El maíz es un cereal que nos habla con diferentes voces. Por ejemplo, la de esa muchacha que nos ofreció tamales, atole de grano y el maravilloso atole de tamarindo; las de las señoras de Ocumichu, abstractas en la plaza; la de Antonio Marcos, quien en Nurio nos aseguraba: “cada vez vamos valiendo menos debido a la destrucción del campo”.

La palabra del maíz a veces se acompaña de música autóctona, como la que compone en purépecha el trío de los Hermanos Martínez. Reproduzco esta piregua:

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«Xan zi dunkuakia tata janikuaparaki tale richa zemiy datzintanexexa kachia xan zezieranga kualik ynde jinez juchari tzipekuena yoz timboch jatzi kualixn nugmendirmendir jimbang tirekuaparno makirip susfriñaynde jindes juchar tzipekuen. 

Qué bonita viene la primera lluvia / para que el agricultor comience a tirar la semilla. / Ya vemos qué hermosa se ve la natita. / Estamos llenos de satisfacción y gozo / de ver la milpa tan bella; / porque ya en agosto / tendremos los elotes, / que son la vida de todos los hombres, / para que todos los hombres ya no sufran. / Porque esto es el sustento / de todos los hombres.»

Mientras transcribo esta canción me parece escucharla de nuevo, y un pensamiento me estremece: esas palabras nos guiaron durante la filmación. Voces como granos de elote, como mazorcas, como tortilla azul, que nos embelesaban y allanaban los caminos.

Un productor sabe que siempre hay imprevistos. Pero en el caso de este documental, simple y llanamente no los hubo. Roberto Bolado debe ser también un hombre de maíz.

Comparto una anécdota:

Días antes del rodaje nos había enviado por correo electrónico un libreto bastante extenso. Cuando lo leí, sencillamente me espanté. No teníamos el tiempo ni el presupuesto para desarrollarlo y la serie no se presta para un largometraje. Todos los directores dicen tener material suficiente para editar un programa de una hora cuando revisan lo grabado, pero el planteamiento de Bolado era inmenso desde el papel. Producción le sugirió que se limitara a realizar un excelente documental de media hora, y así lo hizo.

En Paracho, pasamos por don Alfonso Figueroa, quien mágicamente se convirtió en nuestro coproductor. A sus 73 años dirigía, producía y actuaba mejor que nadie. Fuimos al Cerrito Pelón, desde donde se ven los sembradíos. Doña Esperanza bajó de quién sabe qué cielo y nos regaló unas maravillas azules, mientras escuchábamos la palabra del maíz con ritmo de piregua.

Cesárea Zacarías y Roselia Mercado Zacarías, madre e hija, con esa cordialidad que caracteriza a nuestro pueblo nos ofrecieron deliciosas tortillas rellenas de filosofía: “Cuando un maíz se cae –dijo Cesárea– hay que recogerlo, porque ese frijolito se queda llorando si te vas”.  Juan Bautista, investigador y músico del grupo Los Erandi, nos dio un recital de pireguas, mientras su madre, de 92 años, tejía un rebozo.

Don Juan nos dijo que cada pireri (cantador) tiene sus propios temas y gustos. Él es de Ahuiran (que significa “mujer de pelo largo”). Su papá le inculcó el fervor por el maíz, que la tradición ha conservado desde los tiempos prehispánicos.

Nada mejor para concluir que estas enseñanzas de Don Juan:

“La gente pobre vive del maíz y la gente rica requiere del maíz. El maíz es sagrado porque lo usamos a diario. Ya nadie trabaja el campo: es fatigoso; es pesado, duro. El que lo trabaja tiene que quererlo y sabe que se va a cansar, que va a sudar, que se puede mojar o lastimar. Se produce el maíz no por negocio, pues sólo se recupera lo invertido».

«A las nuevas generaciones no les han inculcado el amor por el maíz. Al maíz hay que visitarlo de la siembra a la cosecha. Hay que cuidarlo todos los días. Su cosecha es fiesta porque la tierra es vida. Por eso, para los que queremos a la tierra, el maíz es sagrado. Está presente como ofrenda y obsequio en todas las fiestas religiosas o laicas. El maíz siempre se agradece. El maíz nos ve. Nos hace sentir orgullosos y contentos, optimistas. El maíz es vida. Nunca nos va a dejar. Es el pasado y el futuro. Es vivencia”.

 

Fuente: México desconocido No. 318

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