¿Quetzalcóatl fue un apóstol de Cristo? Esto dijo Fray Servando Teresa de Mier

El 12 de diciembre de 1794, Fray Servando aseveró en su "Sermón Guadalupano" que en realidad Quetzalcóatl fue Santo Tomás. Aunque el revuelo fue enorme, esta idea no era nueva en el pensamiento criollo de la Nueva España.
La Serpiente Emplumada es con toda certeza la deidad más fascinante y polémica del mundo mesoamericano. Su fuerza religiosa y simbólica ha logrado llegar hasta nuestros días, atravesando siglos de historia. El 12 de diciembre de 1794, en un sermón dedicado a la Virgen de Guadalupe, Fray Servando Teresa de Mier aseveró que Quetzalcóatl fue Santo Tomás; que por ello, la deidad prehispánica había proscrito los sacrificios humanos y que la tilma de Juan Diego en realidad era el manto del apóstol. El revuelo fue increíble, pero la idea no era nueva. Desde cronistas hasta intelectuales novohispanos ya habían barajeado esta excéntrica hipótesis.

La Serpiente Emplumada ¿un apóstol de Jesucristo?
El origen de la idea de que Quetzalcóatl era el apóstol Santo Tomás se encuentra en la época de la evangelización, en el siglo XVI. Y es que los frailes intentaron explicar porque había una numerosa población humana en un sitio tan remoto como el continente americano. La respuesta fue que aquellos pueblos eran descendientes de alguna de las Doce Tribus de Israel. Para apoyar dicha idea, se basaron en lo que algunos conquistadores, como Bernal Díaz del Castillo, encontraron en Yucatán: restos de cruces (que en realidad eran del Dios Viejo del Fuego).
Algunos religiosos como fray Diego de Durán transmitieron la historia y leyendas de la Serpiente Emplumada; al conocer su relación con «la región de la blancura», que era un penitente sacerdote y que se opuso a los sacrificios humanos, asumieron que se trataba de algún apóstol de Cristo enviado a convertir a estos pueblos. Fray Bartolomé de las Casa fue más lejos: lo describió como alto, rubio y barbado.

Quetzalcóatl fue Santo Tomás: la hipótesis novohispana
Con esta idea presente, en el siglo XVII surgió la hipótesis de que Quetzalcóatl fue Santo Tomás. Carlos de Sigüenza y Góngora postuló esta atrevida teoría, basándose en el hecho de que según la tradición, el apóstol había ido a predicar a las Indias; esta ambigüedad se prestaba a interpretar que esas Indias eran la Indias Americanas y no tierras asiáticas. Otros intelectuales novohispanos avalaron esta afirmación.
Hay que tener presente que en los siglos XVII y XVIII, entre los criollos novohispanos, empezó a surgir un sentimiento de identidad nacional. Eran conscientes de que ya no eran españoles, que habían nacido en una tierra distinta, con costumbres e historia distintas a la metrópoli hispánica. Al asumir esto, no solo se interesaron en la historia de los antiguos pueblos de Mesoamérica, sino intentaron asociarla al cristianismo a fin de legitimar su propia existencia como una nación única y diferente.

El sermón de Fray Servando Teresa de Mier
El punto álgido de la hipótesis de que el dios Quetzalcóatl fue Santo Tomás llego el 12 de diciembre 1794. En lo que actualmente es la Antigua Basílica, fray Servando Teresa de Mier dio un controversial sermón a razón de la celebración de las apariciones de la Virgen de Guadalupe. En dicho ocasión, pronunció lo siguiente:
La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe no está pintada en la tilma de Juan Diego, sino en la capa de Santo Tomás apóstol de este reino. Mil setecientos cincuenta años antes del presente, la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe ya era muy célebre y adorada por los indios ya cristianos, en la cima de Tenayuca, donde le erigió templo y colocó Santo Tomás.

Aunque en un principio no hubo mayor problema con lo declarado, el terremoto pronto se hizo presente. Y es que a las autoridades eclesiásticas de la Nueva España no les agradó la cuestión no por un pudor religioso, sino más bien porque en aquellas palabras ya asomaba un ímpetu nacional e independentista de lo que ya era llamado «lo mexicano».
Por esta razón en marzo del año 1795, fray Servando fue condenado a diez años de reclusión en el Convento de Santo Domingo en Cádiz, España. Sus audaces palabras le habían costado ser desterrado de su patria durante más de dos décadas. En 1817, acompañado de Francisco Xavier Mina, regresaría al fin a México para participar en la Guerra de Independencia.
