Aventuras para descubrir Sayulita - México Desconocido
Buscador
Ver revista digital
Descubre Destinos

Aventuras para descubrir Sayulita

Nayarit
Aventuras para descubrir Sayulita fifu

Por los caminos del Occidente de México, uno de nuestros colaboradores se encontró con este paraje ideal para descansar o bien para lanzarse a la conquista de la olas. ¡Descúbrelo cerca de Vallarta!

Por lo general, después de una gran ola, el mar se repone con una pequeña que apenas suena en la orilla, supongamos que acabas de recibirla y su fuerza te refresca los pies sobre la arena, tras un suave sonido de espuma que se consume. Con este sonido… llegamos a Sayulita.

Es un poblado rústico pero cosmopolita ubicado entre la zona turística que se comparte entre Puerto Vallarta (Jalisco) y Punta Mita (Nayarit), al que la forma más fácil de llegar es por Puerto Vallarta. Ya que una vez ahí, se recorren 80 kilómetros de carretera hasta la desviación, a la que le siguen 6 kilómetros más hacia el centro del poblado.

La primera ola

Llegué al atardecer, una vez que crucé el pueblo entre restaurancitos de pizzas, una pequeña plaza y galerías de arte y moda playera con estilo, seguí de largo para buscar hospedaje un poco alejado del bullicio y vivir más intensamente la naturaleza. Me adentré en la montaña nuevamente. En el camino de terracería alcancé a ver cómo los faros del auto encandilaban a cientos de cangrejos de gran tamaño, los cuales corrían a esconderse en las cunetas del camino y entre la maleza; pregunté si era normal y con calma el conductor me dijo: “Sí, son cangrejos de montaña y están en pleno apareo”. ¿Y no es peligroso?, pregunté. “¿Qué… los cangrejos o el apareo? ¡Hombre qué va! si son re mensos, hay que cuidar de no aplastarlos”. Con aquella bienvenida me di cuenta que este viaje sería diferente. En eso, unos metros adelante, encontré la tan mencionada Playa de los Muertos.

Busqué mi hotel Playa Escondida miembro de Hoteles Boutique de México, en donde con una iluminación tenue me dio la bienvenida una bonita y elegante cabañita, de ella salió una sonrisa, digo, una señorita, que me dio un recorrido por toda la propiedad inmersa en la montaña con una vista maravillosa al mar.

¡Descubre el México Auténtico a través de nuestro podcast!

Me guiaron por caminitos empedrados en una total obscuridad, apenas se distinguían las velas que ayudaban a llegar de un lugar a otro. Una de las paradas fue el bar, con una de las vistas más sorprendentes del Pacífico. Mientras tomaba un tequila sunrise, especialidad de la casa, gocé de la caída del sol y de la amena plática del barman, un nuevo amigo.

Una vez en la cabaña blanca, con protección a la entrada para evitar la visita de los enormes cangrejos de montaña, encendí la luz y me emocioné, pues era de planta redonda, con una cama volada como formando un sencillo altar cubierto por un mosquitero de tela de indio que daba justo al ventanal, por donde podría sin duda ver cada mañana el mar entre las palmeras; la habitación era única con ventanitas por doquier y detalles minúsculos que al paso de la estancia me hicieron sentir importante y cómodo.

Hotel Playa Escondida, Sayulita, Nayarit / Manuel Cerón

Disyuntivas de la vida…

Aquella primera mañana fue única, ya que caminé hasta la playa con luz de día y aún con residuos de humedad y rocío. Cientos de tonos de verde, el mar tan cerca como lo largo de la mano y la arena suave en un entorno apartado, escondido, casi personal. ¡Es todo lo que se puede desear! Comencé con una sesión de yoga en la playa, ya que el hotel brinda la facilidad de clases diarias a las 9:00 horas. Me llamó la atención el rostro alegre de la yogui y su paciencia para con nuestra inexperiencia, quienes comenzamos con una elasticidad de cangrejo, para poco a poco ir fluyendo.

Al concluir, caminé entre andadores arbolados hasta el restaurante, que es a la vez terraza y alberca principal. El tono es el mismo: diseño y elegancia con lo básico y la comida de los chefs acorde al nivel del paisaje y el espacio, es decir, delicioso. Con los pies en la arena, degusté unos huevos poché que complementaron con fruta, café, jugo y pan hecho en casa, mi debilidad.

El restaurante tiene dos turnos de chefs, pero el concepto es el mismo, en el cual impera la frescura de los alimentos, muchos de ellos recién salidos de su propia huerta o del mar.

El plan del viaje era estar en Sayulita y conocer la vida alrededor del surf, pero ahora me encontraba en el dilema de salir al pueblo a buscar a los mejores de este deporte o pedir trabajo en el hotel y vivir ahí para siempre; pensé  que lo mejor sería ir a la playa y pensar. Pasé un par de horas bajo el sol hasta que una dulce voz me ayudó a decidirme: “¿Quiere conocer el área de spa y tomar una sesión de masaje?” ¿Spa? Me pregunté… Si vengo a vivir la experiencia del surf, lo más extremo sobre las olas, la destreza, la fuerza hecha deporte… ¡Está bien! ¿Tardará mucho con el masaje? Seguí a mi casi alada anfitriona hasta una serie de cabañitas de dos plantas, desprovistas de paredes con vista al mar. Al acostarme y poner la cara en la oquedad de la cabecera, sentí una mano sobre mi espalda, luego la otra, luego… ¿una más?, ¿… otra?, traté de levantar la cabeza para ver de reojo si se trataba de más personas, pero no, era una sola persona: doña Eva, muy concentrada. Gracias a sus manos (que parecían cuatro) integraré los masajes formalmente a mi vida. Pero… ¿y el surf?

Hotel Playa Escondida, Sayulita, Nayarit / Manuel Cerón

Una aventura entre cangrejos

Estaba decidido, por la tarde caminaría por la playa hasta llegar a Sayulita; todos me comentaron que el trayecto es muy agradable y que de hacerlo era necesario llevar el mapa que dan en el hotel y una lámpara portátil, por la seguridad no habría problema. Apenas la luz se hacía tenue, comencé la caminata y encontré hermosas formaciones rocosas y ensenadas amplias, más cangrejos y luego, otras formaciones rocosas pero más grandes, quizá un poco peligrosas o mucho, diría yo. ¡El mapa… no lo traje! Después de pasar varios obstáculos con las cámaras al hombro y con gran riesgo de resbalarme, realmente no sabía por dónde seguir. Por fortuna, como casi siempre pasa en los viajes, una señora caminaba en contra sentido y le pregunté por dónde seguir. “Se puede seguir derecho por las rocas, pero cuidado con el barranco, se puede morir” (¡imaginen mi cara!) y con la misma calma completó: “La mejor forma de ir a Sayulita es por acá, sígame…” De la que me salvé, estaba perdido y ni siquiera lo sabía. Después de una caminata por la selva media y la montaña que caracteriza a esta zona, llegué a Sayulita, después de pasar el famoso panteón de los surfistas que me dieron como señal. El sol estaba a punto de esconderse y la gente disfrutaba del atardecer en las calles peatonales, cenando en los restaurancitos, jugando futbol casi a ciegas en la playa y los surfers esncondidos quizá, ya que lo único que vi fue a uno que otro encerando sus tablas. Mañana será otro día sobre las olas, pensé. Y después de descansar y relajarme, me fui al centro a tomar un taxi seguro para regresar a Playa Escondida sin sobresaltos.

¡Ola Sayulita!

Apenas desperté, tomé un poco de café y pan recién horneado. Antes de que el sol estuviera iluminándolo todo, ya me encontraba en la playa de Sayulita. Había gente corriendo, pescadores llegando de alta mar y muy pocos surfers en las olas. Era demasiado temprano, caminé por toda la Avenida Revolución, su calle principal, y pude ver cómo todas las cortinas metálicas abrían dejando todo tipo de tiendas de ropa de playa, arte y artesanías: orientales, mexicanas, europeas, etcétera. Se nota un poblado seguro y lleno de influencia de todo el mundo gracias a la cultura del surf que se hace presente por todos lados. Caminar por la plaza principal a la hora del desayuno era poder escuchar pláticas en francés, inglés, japonés e inclusive algunos dialectos coras y huicholes. Por alguna razón me sentía cómodo, como en casa.

Pueblo de Sayulita, Nayarit / Manuel Cerón

El culto a las olas es tan intenso en niños, jóvenes y adultos que todos por igual hablan del respeto al mar y del asombro por aquellos que pueden dominar sus olas o al menos divertirse en ellas, es decir, casi todos. Sayulita es un antiguo pueblo de pescadores de no más de 60 años de antigüedad, pero los primeros surfers tienen ahí al menos 30 años, por lo que esta playa es ya legendaria en México y en el extranjero. Platiqué mientras veía a los surfers tratar de conseguir la mejor ola y salir a trabajar a sus tiendas, a sus taxis, a sus restaurantes. Definitivamente me di cuenta que es un poblado sano, donde el futuro parece seguro por igual. Ahora no estoy seguro si en Sayulita los cangrejos de mar o de la montaña —no importa—, caminaban hacia adelante o hacia atrás… pero ¡qué va! Todos van en busca de las olas.

hotel playa escondidahotelesmuertosplayaplaya de los muertosplayas de nayaritsayulitasurfsurfing
Comentarios