Todo lo que no sabías de la Tabacalera
Si alguien no ubica la Colonia Tabacalera, basta con pensar en el Monumento a la Revolución y la Plaza de la República, la más grande de la ciudad después del zócalo en el Centro Histórico, para saber dónde está.
Aunque la colonia lleva más de cien años de vida, su historia está asociada a las décadas de los cuarenta y cincuenta del siglo pasado, y es que en esa época las casonas, calles, parques, cantinas y restaurantes de la colonia eran habitadas y frecuentadas por intelectuales, artistas, periodistas y liberales revolucionarios que imaginaron e idearon aquí, entre otras cuestiones, la Revolución Cubana. Pero también aquí, Pablo Neruda, Juan Rulfo, José Clemente Orozco, la bailarina y poeta Nellie Campobello, periodistas de la época y políticos de relumbrón se reunían en la Tabacalera. Personajes como el Che y Fidel vivían en la colonia en el número 49 de la calle de José Emparán. El muralista tapatío José Clemente Orozco vivió en la calle Ignacio Mariscal 132.
La Tabacalera presume algunos de los edificios más interesantes y emblemáticos de la ciudad, por supuesto, el más conocido es el Monumento a la Revolución, que en una primera etapa estaba llamado a ser el Palacio Legislativo en épocas de Porfirio Díaz, proyecto que se vio truncado por el inicio de la Revolución Mexicana en 1910. Hoy el monumento es sede del Museo Nacional de la Revolución, que resguarda en sus tres salas la exposición más completa sobre la conflagración armada que marcó el fin de la dictadura porfirista y el principio del México Moderno. Del mismo modo, desde hace poco más de seis años, el monumento ostenta un magnífico elevador de cristal de 57 metros de alto que lleva hasta el mirador del edificio que está ubicado en la cúpula que corona el edificio.
No menos interesante es El Moro (Edificio de la Lotería Nacional), que se encuentra sobre el Paseo de la Reforma. Inaugurado en 1946, es sin duda uno de los ejemplos art decó más destacados de nuestro país. El Frontón México, frente al Monumento a la Revolución, es otro de los ejemplos más elegantes del art decó con los que cuenta la ciudad desde 1929. El lugar fue asiento del jai alai o pelota vasca, deporte muy arraigado en el País Vasco que los migrantes de habla euskera trajeron a nuestro país. Hoy, el edificio que fue remozado hace unos años, alberga, además de las canchas deportivas para la práctica del jai alai, un elegante casino de tres pisos, un auditorio para conciertos, teatro, danza y espacios para exposiciones, conferencias y eventos sociales de todo tipo.
En la calle de Ponciano Arriaga, el edifico de La Alianza de Ferrocarrileros Mexicanos de los años veinte del siglo pasado es una joya arquitectónica de nuestra ciudad, se trata de uno de los primeros edificios art decó de nuestra urbe. Finalmente, frente al pequeño Jardín Tabacalera que se encuentra entre la calles de Ignacio Mariscal y Puente de Alvarado, y que por cierto alberga los bustos de Julio Antonio Mella y del Che Guevara, se yergue el edificio neoclásico que hoy alberga el Museo de San Carlos, inmueble que originalmente fue el Palacio del Condede Buenavista, construcción imaginada y erigida por Manuel Tolsá en el siglo XVIII, donde vivió la marquesa de Selva Nevada y que también fue casa de veraneo del general Antonio López de Santa Anna. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX aquí habitó la Compañía Tabacalera Mexicana, esto fue lo que dio origen al nombre de la colonia. Las colecciones de arte europeo de los siglos XV al XX, que hoy resguarda aquí el Museo de San Carlos son una maravilla, sin duda se trata de un lugar de culto para los amantes del impresionismo, neoclásico, barroco y rococó del viejo continente.
La bohemia de la Tabacalera
Además de conocer los edificios y museos de la Tabacalera, conviene regalarse todo un día para ir descubriendo, con calma y errante, todos los rincones gastronómicos y de convivio que la colonia ofrece. Algunos de los lugares más clásicos, es decir los de toda la vida, son por ejemplo, en la calle Miguel Ramos Arizpe, el restaurante Cahuich, con los mejores chiles rellenos, chilaquiles y enchiladas de la comarca. Sobre la avenida de la República, los churrascos de la Fonda Argentina y las botanas de la cantina La Manifestación son famosos. En esta misma calle, el Centro de Espectáculos Plaza con su estupenda pista de baile y su teatro cabaret es una magnífica opción si se quiere “hacer la noche” en la Tabacalera.
En la esquina de la avenida de la República y la plaza del mismo nombre, justo frente al Monumento a la Revolución, el restaurante La Soldadera es un clásico, aquí las carnes y los antojitos mexicanos son soberbios. En la calle Ignacio Ramírez, el salón-cantina La Diana Cazadora se especializa en los buenos mezcales oaxaqueños y especialidades gastronómicas también de este estado sureño, sin duda es un lugar obligado en esta “marcha” de la colonia Tabacalera. En la misma calle, el restaurante Río Deva ofrece jamón ibérico, paella, tortilla española y cabrito que no se olvidan, y en el restaurante del Hotel Palace, la fabada y el pecho de ternera son suculentos. En la calle de Ignacio L. Vallarta, en la cantina La Esquina, los chamorros, el cabrito y las carnitas son toda una tradición; aquí mismo, el restaurante Fabrizzio ofrece especialidades italianas estupendas, la lasaña y las pastas en general son soberbias.
Frente a la Plaza de la República, son toda una tradición el café Don Porfirio y Punta del Cielo, locales siempre concurridos, sobre todo en sus terrazas. Aquí mismo, es decir frente a la plaza, el restaurante Revolución 21 se especializa en el cabrito, y por supuesto una riñonada que no tiene desperdicio. Para cerrar con broche de oro el paseo por La Tabacalera, en la calle de Ponciano Arriaga son imperdibles los cafés y helados del Tramonto, sus expresos, capuchinos y gelatos italianos de maracuyá y vino rojo son un portento. En el café Adelita que está en el Museo Nacional a la Revolución no puedes dejar de probar los cafés acompañados de las crepas don porfirio. Regalarse una tarde y alcanzar la noche en La Tabacalera es un deber; después de la primera experiencia es muy posible que adoptes esta colonia como uno de tus lugares favoritos de la ciudad para pasear con amigos, familia o en tranquila soledad.
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