Descubre la fascinante historia de los puentes de Chimalistac
Aquí te contamos uno de los secretos mejor guardados de Chimalistac: sus puentes coloniales.
Chimalistac es sin la menor duda uno de los barrios más nostálgicos y entrañables de la Ciudad de México, desde tiempos prehispánicos fue un vergel, y después, lugar de asiento de los primeros conquistadores.
Un poco de historia de Chimalistac
Chimalistac quiere decir en náhuatl: “lugar del escudo blanco”, y formaba parte de Coyohuacan al momento de la caída de Tenochtitlan. Entre 1521 y 1523 Hernán Cortés y sus huestes se instalaron en estos lares durante los primeros meses en que sobre las ruinas de Tenochtitlan eran erigidos los primeros edificios coloniales.
No es de extrañar que los españoles escogieran este rincón privilegiado que por aquel entonces era alimentado por el río Magdalena y por una serie de manantiales cristalinos, lo que le daba a la zona una exuberancia arborescente portentosa, y el prodigio de una vegetación rica y extravagante.
Por estos mismos motivos, ya a finales del siglo XVI, la orden de los Carmelitas Descalzos se decantaban por este vergel para fundar la escuela de teología y artes dedicada a Santa Ana, y posteriormente, ya en el siglo XVII, la Parroquia de San Sebastián Mártir, la Ermita o Cámara de los Secretos, que fue puntualmente erigida por Fray Andrés de San Miguel, y los puentes de mampostería de piedra volcánica que cruzaban el río Magdalena y que hoy todavía permanecen en lo que es la avenida del río.
Los puentes coloniales de Chimalistac
Durante la etapa en que estuvieron aquí los Carmelitas Descalzos, Chimalistac, que ya era como se dijo antes un paraíso natural desde tiempos de las culturas originales, fue creciendo a partir de enormes extensiones de huertos frutales y hortalizas, con los consiguientes puentes, fuentes y obras hidráulicas que todavía hoy pueden ser descubiertas parcialmente.
De hecho, hasta el siglo XIX la zona conservaba todavía sus características horticultoras, educativas y religiosas; en esa época todavía estaba en funciones el Colegio de los Carmelitas de San Ángel, y a partir de finales de ese siglo inició la urbanización de la colonia y el lugar empezó a adquirir las características que hoy ostenta.
Chimalistac no es muy grande pero sí encantadora, perderse por sus calles empedradas, silenciosas, y bucólicas es una experiencia única en nuestra bulliciosa urbe.
Lo mismo pensaron el gran pintor mexicano José María Velazco (1840-1912) que aquí se inspiró en varias de sus obras, o, el gran novelista y diplomático mexicano Federico Gamboa (1864 – 1939) que aquí también se inspiró para su famosa novela Santa escrita en 1903, donde un pianista y una prostituta se enamoran, y que después, en 1932, fue llevada a la pantalla cinematográfica por el actor y director español Antonio Moreno (1887 – 1967) con música de Agustín Lara.
Sí algo destaca en Chimalistac son sin duda sus cuatro antiguos puentes del siglo XVII que cruzan el afluente del río Magdalena.
Este cuerpo de agua nace en la Sierra de las Cruces y era, en algún momento, también alimentado por varios manantiales que descendían desde la cañada de Contreras.
Hoy, y desde hace ya varias décadas, este caudal fue silenciado al ser entubado, pasa por debajo de Jardines del Pedregal y el Eje 10 Sur río Magdalena, hasta resurgir a la superficie justo después de Chimalistac, en la avenida Universidad.
Incluso se puede ver una parte de este donde están el puente de piedra y el templo de Panzacola en la esquina de Francisco Sosa y Universidad, donde bordea los Viveros de Coyoacán justo antes de volver a sumergirse otra vez en el río Churubusco que corre por la avenida del mismo nombre y que fue entubado también en esta misma época, es decir, entre la tercera y cuarta década del siglo pasado.
Pero los puentes coloniales que construyeron los Carmelitas Descalzos en el siglo XVII siguen ahí, incólumes, en lo que es puntualmente la avenida del Río, sin duda una de las calles más hermosas de Chimalistac.
Cuando uno viene desde la avenida Miguel Ángel de Quevedo con dirección a Taxqueña, justo una cuadra antes de llegar a la avenida Universidad, se encuentra esta icónica calle del barrio.
El primer puente que entra en escena se le conoce como el Puente del Púlpito, y lleva este nombre no solo por su particular estructura en forma de tribuna, si no porque en esta estructura de piedra volcánica y de anchos contrafuertes, los aspirantes a sacerdotes carmelitas tenían que practicar su oratoria venciendo el intenso sonido del río, esto, con el propósito de poseer una mejor cadencia y volumen en su voz para el posterior oficio de la misa.
Más adelante, siempre sobre la misma calle, se descubre el que es conocido como puente del Carmen, este puente tiene una forma ligeramente más geométrica, con un arco más bajo y con contrafuertes especialmente largos a los extremos.
Siguiendo siempre por lo que hoy es un bello camellón arbolado se llega a los otros dos puentes, conocidos simplemente como puentes de piedra.
Estos, como los anteriores, tienen su mampostería intacta y guardan del mismo modo, en silencio, los secretos monásticos de los Carmelitas, de cuando desde aquí, a orillas del río Magdalena, se divisaban el Popocatépetl, la Catedral Metropolitana, y los pequeños templos que surcaban el paisaje todavía rural del hermoso Valle de México.
Otros lugares por descubrir en Chimalistac
No puede uno abandonar Chimalistac sin visitar también algunos de sus otros tesoros coloniales, la parroquia de San Sebastián Mártir del siglo XVII con su maravillosa cruz atrial no tiene desperdicio, a un costado, la casona que hoy alberga el Centro de Estudios de Historia de México Carso tiene del mismo modo mucho que decir, y la ermita, mejor conocida como la Cámara de los Secretos, también del siglo XVII, es una joya imperdible.
La calle Rafael Checa lleva hasta la hermosa Fuente del Huerto, una reminiscencia de las numerosas y hermosas fuentes que habitaban en algún momento estos huertos de más de 13 mil árboles. En las Calles de Santa e Hipo se pueden ver asimismo algunas de las más bellas casonas de Chimalistac.
En fin, regalarse una tarde para caminar por este barrio entrañable y nostálgico no tiene desperdicio, este es uno de los lugares que mejor han conservado su carácter e intimidad en nuestra ciudad.
Todavía hoy parece que los monjes cruzan los vetustos puentes, que las fuentes alimentan los huertos infinitos, y que en la Plaza Federico Gamboa, donde está la parroquia de San Sebastián, José María Velasco pinta en su lienzo sobre caballete el campanario del templo con el callejón bucólico y arbolado que está a un lado, ese que regala las sombras más prominentes y frescas de Chimalistac.
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