Viaje a Zipolite, la búsqueda del mar
Este viaje a Zipolite fue un encuentro con el mar. Buscarse es atreverse a viajar por donde nunca has imaginado. ¡Conócelo!
El viaje
Es siempre bueno cargar con equipaje. Casita de campaña, sleeping bag, cantimplora y mucha ropa. No hay que olvidar el traje de baño. El viaje a Zipolite empezó en la TAPO, Terminal de Autobuses de Pasajeros de Oriente, rumbo a Oaxaca. El viaje es de varias horas y es bueno ser paciente en el transcurso y empezar a disfrutar desde el primer momento en que pisamos fuera de la casa. De Oaxaca tomamos un segundo camión que nos llevó a Zipolite, lugar de tortugas, viajeros, sol y mar.
Cerca de Mazunte, Puerto escondido y Chacahua se encuentra Zipolite. El lugar tiene fama de ser una playa nudista; sin embargo, en verano no nos tocó nada parecido, sino que todo estaba muy tranquilo y había poca gente. Notamos que el mar estaba un poco agitado, pero eso no nos impidió disfrutar de buenos días de sol y algunos otros de lluvia. Los franceses con los que estrechamos una amistad eran grandes personas.
El recuerdo
Recuerdo las noches cuando juntábamos leña para la fogata que hicimos, y cuando mostrábamos a la noche nuestras más bellas melodías entre plática y risas. Entre todo lo que tiene un viaje, siempre es la mística que rodea los encuentros y la manera en que se da la convivencia, lo que nos recuerda lo especial que son los lugares que visitamos.
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Lo que sé es que en la playa uno puede deleitarse con el sonido del mar, leer un libro, o solo concentrarse en el sentido que toma nuestra vida. Hay actividades ecológicas, pero no esperes paracaídas y bananas como en playas más turísticas. Este lugar se reconoce por atraer viajeros que buscan integrarse a la naturaleza y que tienen la añoranza de buscar su propia vida congruentemente.
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El pueblo es muy pequeño: consta de una pequeña calle que tiene cafeterías y restaurantes. Todo es comercio local y claramente en las enramadas preparan comida –deliciosa, por cierto– como el pescado a la talla y otras especialidades con alimentos provenientes del mar. No hay que esperar grandes lujos cuando uno va de camping al mar, sino la fraternidad de los lugareños que hacen su esfuerzo por brindar lo mejor de sí mismos como anfitriones.
Regresamos con una profunda sensación de paz y grandes recuerdos que atesoraremos toda la vida. Siempre tenemos la esperanza de volver y dejar nuestro ser existir en el vivir de los demás.
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