José Reyes Vega, el "Pancho Villa" con sotana de los cristeros - México Desconocido
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José Reyes Vega, el «Pancho Villa» con sotana de los cristeros

josé reyes vega

En el tremor de la Guerra Cristera (1926-1929) destacaría un inesperado caudillo: el padre Reyes Vega, un contradictorio personaje, famoso por su ferocidad en combate.

La Guerra Cristera (1926-1929) fue el conflicto armado que enfrentó al Estado surgido de la Revolución Mexicana con los católicos de varias regiones del país (sobre todo los de los Altos de Jalisco). En ella destacaron diversos caudillos. Uno de los más interesantes, sin duda alguna, es el padre José Reyes Vega. Su papel en la contienda personificaría las contradicciones y la crudeza de este evento en la historia de México.

La Guerra Cristera (1926-1929)

Es importante recordar que la conflagración se gestó durante la presidencia de Plutarco Elías Calles (1924-1928), a razón de su desencuentro político con la alta jerarquía de la iglesia católica apostólica romana de México y la misma Santa Sede.

Al inicio en 1925, se trataba de una confrontación periodística e institucional entre las partes, a raíz del proyecto para reglamentar las actividades de la iglesia católica en territorio mexicano, de acuerdo a lo señalado por la Constitución de 1917. Para mediados de 1926 se aplicó de forma rigurosa la «Ley Calles», la cual limitaba y controlaba el culto católico. Esto ocasionó que el clero ordenara el cierre de los templos como protesta ante la intransigencia gubernamental.

A raíz de esto, no tardó en producirse el descontento de buena parte de la población del país (mayoritariamente católica). Vino entonces una breve etapa de boicot comercial y protestas promovidas por organizaciones como la Liga Nacional para la Defensa de las Libertades Religiosas. Era común la práctica clandestina del culto, ante la hostil persecución policial (y con ello los primeros muertos).

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Finalmente la guerra inició con el alzamiento armado por parte de campesinos, estudiantes y algunos terratenientes católicos de las zonas más devotas de México, sobre todo en los Altos de Jalisco. Contaron también con el apoyo de algunos obispos mexicanos. En los combates, los soldados federales empezaron a llamar de forma despectiva «cristeros» a los alzados, a razón de su grito de batalla: Viva Cristo Rey.

Tropas cristeras alrededor de 1926. © Archivo Casasola. Mediateca INAH.

Una vocación errada

Junto a los católicos laicos que engrosaban las huestes cristeras, también tomarían parte de la insurrección varios sacerdotes. Algunos de ellos ofrecieron servicios religiosos y sacramentos a los hombres en armas; otros directamente las empuñaron. Entre los segundos estuvo el párroco José Reyes Vega.

Nacido en el pueblo de Zapotiltic (al sur del estado de Jalisco) el 6 de enero de 1896, Reyes Vega siempre fue un hombre de un violento temperamento, a decir de varias personas que lo conocieron, así como los testimonios escritos en esa época. Este carácter fue evidente inclusive durante su formación religiosa en el seminario de Ciudad Guzmán, en el municipio jalisciense de Zapotlán el Grande. En 1923 fue ordenado como sacerdote en Guadalajara, tras lo cual ejerció su ministerio religioso en lugares próximos como Tototlán, Atotonilco el Alto y Arandas.

Poco tiempo después tuvo oportunidad de unirse a la Asociación Católica de la Juventud Mexicana. Ésta era una organización católica fundada en 1913, con orientación social e integrista; es decir, buscaba mantener los valores tradicionales del cristianismo católico en la sociedad moderna, así como la compaginación del Estado con dichos principios. Al afiliarse a ésta asociación tendría oportunidad de conocer a los que serían otros líderes militares de la lucha cristera, como Gabino Flores.

En vísperas del conflicto, el padre Reyes Vega era de los que abogaban por una solución pacífica a la confrontación que había con el gobierno mexicano. Su temperamental carácter hubiera hecho pensar todo lo contrario. Inclusive cuando iniciaron las primeras batallas, se opuso al levantamiento, por más paradójico que parezca. Sin embargo, gracias a las primeras víctimas de la guerra y las medidas atroces que tomaba el ejército federal, optó por unirse a la lucha también.

Como ha señalado el historiador franco-mexicano Jean Meyer, José Reyes Vega fue un caso de una vocación errada. Y es que éste religioso resultó ser un consumado estratega de armas. Llegó a ostentar el grado de general entre las fuerzas cristeras. Era un encarnizado defensor de su fe, al frente del campo de batalla.

Los hechos de armas del «Pancho Villa» con sotana.

La destreza para dirigir batallas del párroco y general Reyes Vega era notable. También era palpable su cruel temperamento con los enemigos. Esto le granjeó el mote de «el Pancho Villa con sotana«, en una clara alusión al Centauro del Norte.

En la batalla de San Julián el 15 de marzo de 1927, al mando de 400 hombres, logró vencer a una hueste del ejército federal conformada por 900 soldados, los cuales les habían sitiado. Esto sería una de sus más celebradas victorias en su breve carrera militar.

Sin embargo, su terrible ímpetu le trajo también sombríos momentos y una terrible fama. Solía mandar a que se quemaran escuelas y registros civiles, inclusive poblaciones enteras. Además, tenía la costumbre de ordenar ejecutar sin mayor explicación a prisioneros y cristeros indisciplinados.

Uno de estos «ajusticiados» sería el famosísimo Victoriano Ramírez «el Catorce«. Fue tanta la sorpresa que esto generó, que inclusive se habló de que Reyes Vega tenía envidia del héroe cristero, razón por la que indicó que fuese fusilado. Otros hablaban de que el sacerdote habia tracionado la causa, y era un infiltrado del gobierno federal; unos más sospecharon que la insidia de algunos había ocasionado esa desgracia.

Otro momento oscuro de José Reyes Vega fue el 19 de abril de 1927, cuando fue partícipe del ataque a un ferrocarril militar del gobierno mexicano. Éste transportaba dinero y oro del Banco de México; a la altura del municipio de La Barca (Jalisco), el tren fue interceptado por los cristeros. Murireron decenas de civiles y soldados, quienes fueron rematados sin distinción alguna. Parece ser que esta inmisericorde acción fue ordenada por el sacerdote, ya que había montado en cólera al resultar muerto su hermano en el combate.

Tren desacarrilado durante la Guerra Cristera. © Archivo Casasola. Mediateca INAH.

Muerte y polémica

Irónicamente, en su más famosa victoria militar, el párroco José Reyes Vega encontraría la muerte. Esto sucedió en la batalla de Tepatitlán, el 19 de abril de 1929. Tras sorprender y vencer a soldados federales y milicias agraristas en aquella ciudad de Jalisco, recibió un balazo en la cabeza. Lo extraño, es que el impacto provino de una posición a espaldas de Reyes Vega. Esto dio pie a que se hablase de que el sacerdote-general fue asesinado a tración. Algunos especulan que fue en venganza por la ejecución de «El Catorce».

En años recientes se han beatificado y canonizado a diferentes cristeros caídos durante la guerra; ese no es el caso de José Reyes Vega. Y es que inesperadamente, goza de una fuerte devoción popular en los Altos de Jalisco, que lo considera un mártir más de la iglesia, tratando de promover su beatificación. Sin embargo, el Dicasterio de las Causas de los Santos en la Santa Sede, ha rechazado cualquier posibilidad de ello. Parece que ni en la muerte, la polémica abandona al párroco venido a militar.

Padre José Reyes Vega subiendo a los lomos de su caballo. © Las Historias de México.
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autor Poeta y ensayista. Historiador de formación. México es sus misterios.
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