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La Guerra de Reforma: el nacimiento del Estado mexicano

Sitio de Guadalajara, 1860
Museo Regional de Guadalajara. INAH

El 18 de enero de 1858 dio inicio la Guerra de Reforma. Este conflicto fue determinante en la historia del país, pues en él se gesto al estado mexicano, además de consolidar su identidad republicana, laica y liberal.

A menudo desdeñada por la historiografía por considerarse como un preludio a la Segunda Intervención Francesa, la Guerra de Reforma o de los Tres Años (por su duración, de 1858 a 1861) es un hito en la historia de nuestro país. Después de que durante medio siglo XIX, la nación mexicana estuviera inmersa en conflictos civiles y guerras contra potencias extranjeras, había llegado el momento de dirimir cual sería el camino a seguir. Una joven generación de políticos y militares se enfrentó entre sí para establecer el rostro y orden definitivo del estado mexicano, aún en ciernes. Después de ello, el proyecto político y social de los liberales (encabezados por Benito Juárez), perfilaría a nuestro país de forma consistente como una república federal y laica.

Fuerzas liberales retratadas en una pintura de Primitivo Miranda. © Museo Nacional de las Intervenciones. INAH.

El preámbulo del conflicto

Tras ser derrotado en la guerra contra Estados Unidos y la subsecuente pérdida de más de la mitad del territorio en 1847, en México la situación política y social había llegado a un punto álgido. La generación de los caudillos surgidos de la Guerra de Independencia se había agotado; su colofón fue el último gobierno de Antonio López de Santa Anna. Tras su derrocamiento en 1854 por la Revolución de Ayutla, encabezada por Juan Álvarez, una nueva generación de políticos y militares había saltado a la palestra pública.

Esta generación se concentró en los partidos liberal y conservador. Ambos grupos estaban conscientes de la enorme posibilidad de que México podía desaparecer ante las ambiciones de las potencias de la época. Por ello, la urgencia de establecer la identidad y el orden político definitivo del país empezó a dirimirse durante el congreso constituyente establecido en 1855. De dicho proceso, el bando liberal se impondría y daría como resultado la redacción y promulgación de la Constitución de 1857.

La guerra entre México y Estados Unidos en 1847 dejó una profunda huella en liberales y conservadores. © Wikipedia.

La Constitución de 1857: la manzana de la discordia

El 5 de febrero de 1857 se promulgó la nueva constitución. De corte radical, dicha Carta Magna había declarado al país como una república federal. Y no solo eso: estableció la libertad de cultos y la educación laica. También había incorporado la Ley Juárez de 1855, que disolvía el fuero eclesiástico y militar, y la Ley Lerdo de 1856, que ordenaba la desamortización de los bienes de la iglesia católica y otras corporaciones civiles. Esto vulneró los intereses tanto del clero como de la élite militar y económica del país.

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Portada interior de la copia original de la Constitución de 1857.  © Wikipedia.

Y es que para ese momento, eran claras las abismales diferencias ideológicas entre liberales y conservadores. El primer bando, conformado por jóvenes profesionistas, sobre todo abogados y letrados, defendían la república federal, un modelo liberal de economía, la libertad religiosa, de pensamiento y de prensa, así como el desarrollo de un capital nacional. El segundo grupo en cambio, constituido por el alto clero católico, militares y la antigua aristocracia criolla, ansiaba restablecer la sociedad estamentaria del periodo virreinal a través de una república centralista y confesionalmente católica.

La nueva constitución ordenó la celebración de elecciones, de las cuales resultaron electos dos liberales: como presidente de la República, Ignacio Comonfort, y como ministro de la Suprema Corte de Justica, Benito Juárez, el 1° de diciembre de 1857. Comonfort, que previamente había fungido como cabeza del poder ejecutivo desde que Juan Álvarez había renunciado a este en 1855, no se sentía cómodo con la situación. De corte moderado, la radical Carta Magna le dificultaría gobernar. Por ello contactó a Félix Zuloaga y al resto de los dirigentes conservadores, a fin de derogar la naciente Constitución. Dicho complot sería conocido como Plan de Tacubaya.

Ignacio Comonfort y su postura moderada, ocasionaron en buena medida la Guerra de Reforma.  © Museo de Historia Mexicana. INAH.

El inicio de la Guerra de Reforma

Reticente a las invitaciones de Ignacio Comonfort para formar parte de la confabulación, Benito Juárez fue encarcelado. Con ello, el veleidoso presidente perdió el apoyo del partido liberal, tanto de radicales como de moderados. Ante la situación, Zuloaga decidió aprovechar la discordia entre sus rivales políticos y tomar la Ciudad de México, hecho que consumó sin oposición el 17 de diciembre de 1857. Allí, los conservadores lo declararon presidente provisional de la República.

Félix Zuloaga fue el presidente elegido por los dirigentes conservadores, aunque después sería sustituido por el general Miguel Miramón.  © INAH.

Por el desastre ocasionado, Comonfort fue depuesto de la presidencia. Pero antes de ello, había logrado ordenar la liberación de Juárez. Como dictaba la Constitución, éste, en calidad de ministro de la Suprema Corte, debía asumir la presidencia de la República ante la ausencia de su representante electo. Para ello, el 18 de enero de 1858 partiría a Guadalajara, Jalisco, donde conformaría su gobierno.

Aunque el 17 de diciembre de 1857 suele considerarse por varios autores como el comienzo de la Guerra de Reforma, otros especialistas indican que en realidad el conflicto abierto y generalizado iniciaría tras la conformación del gobierno legal de Juárez, el 18 de enero de 1858.

Benito Juárez fue el líder indiscutible del liberalismo mexicano durante el conflicto civil.  © MNH. INAH.

La guerra civil

Habiendo entonces dos gobiernos paralelos, el conservador conformado por una proclama militar y el liberal que contaba con el respaldo legal de la Constitución de 1857, inició una agotadora guerra civil. Las fuerzas conservadoras contaron con el apoyo económico de la iglesia católica y sus huestes estaban compuestas por el ejército nacional. Su bastión fue la Ciudad de México. En cambio, los liberales tenían como su mayor fuerza de apoyo a la Guardia Nacional y a las Guardias Estatales, milicias de reciente creación, además de diversos cuerpos armados de guerrillas civiles. Tras ir recorriendo varias ciudades del país, el gobierno liberal se estableció en el puerto de Veracruz durante resto del conflicto.

Soldados como los de la ilustración, conformaban las tropas del gobierno liberal. La Guardia Nacional y las Guardias Estatales fueron la columna vertebral del combate contra los conservadores.

El gobierno de Zuloaga y el de su sucesor, el general Miguel Miramón, se aseguraron el apoyo de varias monarquías europeas a través de préstamos. Inclusive llegaron a firmar el pacto Mon-Almonte, celebrado con España en 1859. Por su parte, el gobierno de Juárez recibió el apoyo diplomático y financiero de Estados Unidos. En el tratado McLane-Ocampo, celebrado también en 1859, a cambio de la ayuda económica, se había prometido el paso a perpetuidad de ferrocarriles y fuerzas armadas norteamericanas por el Istmo de Tehuantepec. Afortunadamente, el inicio de la Guerra Civil Estadounidense en 1861, impidió para siempre que esto sucediera.

En el primer año de la Guerra de Reforma, las fuerzas conservadoras vencieron sin problema a las liberales en diferentes combates. Su cuerpo de generales formados en el Colegio Militar como Miguel Miramón, Tomás Mejía y Leonardo Márquez, les brindaba una enorme ventaja táctica. Sin embargo, los generales liberales, a pesar de que no tenían una formación castrense como tal, fueron ganando experiencia gracias a estas derrotas. Pronto los nombres de Ignacio Zaragoza, Jesús González Ortega y Porfirio Díaz, fueron ganando fama al empezar a vencer claramente al enemigo, que se suponía era un ejército profesional.

Los liberales arrebataron Guadalajara a los conservadores tras el sitio de dicha capital en 1860. © Museo Regional de Guadalajara. INAH.

El final de la guerra

Eventos deleznables como la matanza de Tacubaya (donde el ejército nacional asesinó sin piedad a decenas de médicos y estudiantes de medicina), ordenada por el conservador Leonardo Márquez en 1859, fueron haciendo que el apoyo popular se terminara por decantar en favor de Juárez y su gobierno. El intento fallido de Miguel Miramón de tomar Veracruz ese mismo año, sería la pauta que iniciaría el paulatino triunfo liberal.

La batalla final llegaría el 22 de diciembre de 1860 en los llanos de Calpulalpan, en Jilotepec, Estado de México. Allí el ejército juarista, comandado por González Ortega, vencería definitivamente a las huestes conservadoras dirigidas por Miramón. De esta manera, Juárez entraría triunfante a la Ciudad de México el 11 de enero de 1861.

Plano general de la batalla de Calpulalpan, el 22 de diciembre de 1860. El ejército liberal, compuesto por 20 mil hombres, venció a la fuerza conservadora, conformada por 8 mil efectivos. © Wikipedia.

Legado de la Guerra de Reforma

Muchos historiadores fijan como principal consecuencia de la Guerra de Reforma, la internacionalización del conflicto. La Segunda Intervención Francesa sería la materialización de ello. Sin embargo, lo más importante fue el profundo cambio social y político que esto originaría en el país.

La promulgación de las Leyes de Reforma en Veracruz durante el conflicto, consolidaría lo forjado en la Constitución de 1857. De esta manera, el estado mexicano surgiría al fin como una entidad libre de los estamentos del viejo régimen. El gobierno de Juárez pudo consolidar para el país, un orden republicano, liberal y laico. Fue el fin del predominio de viejas instituciones como la iglesia católica y el inicio de un sistema político que se fundamentó el leyes civiles que defendieron desde ese entonces, la soberanía nacional.

La identificación de México como una República laica por definición, es uno de los legados de la Guerra de Reforma. © Fotografía: Mauricio Marat. Museo Nacional de las Intervenciones. INAH.
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autor Poeta y ensayista. Historiador de formación. México es sus misterios.
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