Los agustinos en México, la larga presencia de la comunidad del Papa León XIV

¿Sabías que el nuevo papa, León XIV, es agustino? Te contamos sobre la comunidad de agustino en México, quiénes son y qué los identifica desde la Edad Media.
La Orden de San Agustín tiene sus raíces en la Europa de la Edad Media. Con una perspectiva enfocada en unir diversas comunidades religiosas en aquella era, actualmente su finalidad es precisamente la consagración de su vida a Dios. Con una notable historia, los agustinos llegaron a México en el XVI para ser partícipes de la evangelización de los pueblos mesoamericanos. Desde ese entonces hasta el presente, han tenido una presencia continua en nuestro país.

La fundación de la Orden de San Agustín
La Orden de San Agustín se creó gracias a los eremitas Esteban de Cataste, Hugo de Corbaria, Guido de Rosia y Pedro de Lupocavo. Todos eran originarios de Umbría, Italia y seguían la antigua regla monástica de San Agustín de Hipona del siglo IV d.C., la cual normaba la vida en comunidad. En 1243 solicitaron al papa Inocencio IV homogeneizar la regla y tener un prior general. Es así que este pontífice autorizó, en 1244, la creación de esta nueva orden mendicante, siguiendo la pobreza evangélica y la fraternidad apostólica. El carisma de los agustinos, iniciado por San Agustín, se basa en tres pilares fundamentales: interioridad centrada en Cristo, comunidad y servicio
Junto a los franciscanos y los dominicos, los agustinos jugaron un papel fundamental en la Europa de los siglos XIII y XIV. Esta congregación se encargó de llevar a cabo una intensa labor de evangelización de ciudades y pueblos. Muchas personas ya no tenían interés en la religión o habían adoptado cultos que eran considerados heréticos. Durante aquella era surgieron los famosos cátaros, un grupo con una espiritualidad dualista y centrada en el alma, la cual puso en jaque a la iglesia católica.

Los agustinos, su llegada a México y la evangelización
La Orden de San Agustín llegó a la que era la Nueva España a finales de mayo de 1533, tan solo doce años tras la caída de Mexico-Tenochtitlan. Fue la tercera de las órdenes religiosas en llegar al Nuevo Mundo. La Monarquía Hispánica deseaba que los agustinos se encargaran de evangelizar lo que hoy es Centroamérica. A pesar de ello, la orden fundó un convento en la Ciudad de México, contraviniendo explícitamente el parecer de la Real Audiencia.
Los primeros frailes agustinos que arribaron en 1533 a lo que es actualmente México, fueron Juan de San Román, Francisco de la Cruz, Alonso de Borja; Agustín de la Coruña, Jorge de Ávila y Juan de Oceguera. Como lo ordenaba la regla de su congregación, seguían los preceptos de San Agustín: el retiro, la oración y la meditación. Conforme fue expandiéndose y consolidando su presencia evangelizadora en distintos territorios, los agustinos se volvieron fundamentales en la vida espiritual del sur de la Ciudad de México, en Morelos, Puebla, Guerrero, Hidalgo (en la zona de la Huasteca) y Michoacán.

La educación agustina y su presente
A través del énfasis evangelizador en el Santísimo Sacramento y la Santa Cruz, los agustinos dieron no solo el catecismo a los pueblos originarios. Estos frailes se preocuparon particularmente en la educación intelectual y académica de ellos. Les instruyeron con esmero en distintos oficios; también les enseñaron a leer, escribir, así como aritmética y canto. Por si fuera poco, fundaron una buena cantidad de escuelas de estudios superiores y bibliotecas que fueron importantes en todo el virreinato novohispano.

Tras la consumación de la Independencia en 1821, la orden agustina no vivió mayores contratiempos hasta los años de la Guerra de Reforma. La expedición de la Constitución de 1857 y de otras leyes redujo sus bienes y administración considerablemente. Ya en el siglo XX, durante el Porfiriato, se recuperaron en buena medida, pero la Revolución Mexicana en 1910 y sobre todo la Guerra Cristera (1925-1929) mermaron considerablemente a los agustinos.
Actualmente, los frailes agustinos han logrado resistir todo tipo de coyunturas y eventualidades en México. Siguen entregados a una vocación de espiritualidad y entrega en sus diversos espacios. En parroquias, colegios y centros misioneros, auxilian a los fieles a través de un carisma de comunión y servicio.
