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Gastronomía

El Café de Tacuba: Una tradición centenaria de manteles largos

Ciudad de México
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© menfoque.com

El Café de Tacuba es un clásico restaurante en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Te contamos sobre su historia y delicias.

En el Centro Histórico de la Ciudad de México, el Café de Tacuba, que habita una espléndida casona del siglo XVII, sigue sirviendo los mejores panes y dulces tradicionales mexicanos, y ni qué decir de sus moles poblanos, pipianes, adobos, moles de olla, pozoles, tamales y enchiladas. Hoy, sigue siendo un lugar de mucha tradición en un marco de soberbias reminiscencias novohispanas.

gTercero vía Flickr

La historia del Café de Tacuba

Tacuba fue desde la Colonia y después, ya en el México independiente, una de las calles más elegantes de nuestra ciudad: catrines, señoras de sociedad, monjas y sacerdotes, artistas, políticos y pregoneros paseaban por aquí para mostrarse y provocar los encuentros “inesperados” con la gente de la alta sociedad.

Fue en 1912, cuando don Porfirio ya se había autoexiliado en Francia, y que la Revolución vivía algunos de sus capítulos más cruentos, cuando el señor Mollinedo fundó el legendario Café de Tacuba.

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Desde entonces y hasta nuestros días, el Café de Tacuba ha sido un sinónimo de tradición gastronómica mexicana, con una calidad y raigambre inusitadas, de hecho, muchos de sus platillos tienen su origen en la Colonia.

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Muchos han sido los pasajes históricos relevantes en este templo culinario, por solo mencionar algunos habría quizá que rescatar un par de sucesos sin duda emblemáticos:

  • el 25 de junio de 1936, seis disparos pusieron fin a la vida del licenciado Manlio Fabio Altamirano candidato al gobierno de Veracruz por el PNR.
  • En 1978, el Café de Tacuba también fue escenario de la película Los hijos de Sánchez, basada en la novela de Oscar Lewis y protagonizada entre otros por Dolores del Río y Anthony Queen, varias escenas fueron realizadas en el interior del café.
  • No menos interesante y anecdótico es que aquí fue la comida de boda de Guadalupe Marín y Diego Rivera en 1922.
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El Café de Tacuba: muebles antiguos y arte

El Café de Tacuba es algo así como un museo, entre sus muros destacan obras de arte y un mobiliario espectacular. Son de llamar la atención los fabulosos óleos con temas gastronómicos del pintor Carlos González, entre ellos destaca el mural del descubrimiento del mole y el chocolate, que realizó en tres tiempos, primero la preparación del cacao en época prehispánica, y acto seguido, aparecen ya en un ambiente novohispano la toma del chocolate en una mesa ricamente adornada con damas de la época, así como la degustación de pastillas y trozos de chocolate.

A la entrada del café se encuentra el estupendo fresco que ilustra el descubrimiento del mole, donde aparecen las religiosas de Santa Clara en un ambiente conventual.

Luis Pusseto vía Flickr

Del mismo modo son de llamar la atención en este rico ambiente novohispano, los magníficos mosaicos poblanos de la época, los soberbios vitrales, las puertas de madera labrada que son también de gran factura, y no menos interesantes son los cuadros de la Niña en traje rojo, el retrato de José de la Borda, y una admirable copia de la obra de Miguel Cabrera: Sor Juana Inés de la Cruz.

En el segundo salón del lugar, se encuentran los retratos de los fundadores, es decir, de doña Josefina y Dionisio Mollinedo, también hay ángeles y arcángeles novohispanos, etcétera.

Repostería y comida tradicional en el Café de Tacuba

El Café Tacuba en sus orígenes fue una lechería que elaboraba dulces tradicionales mexicanos, por lo cual, sus panes, bizcochos y dulces mexicanos siguen conservando sus secretos ancestrales, y son los que le dieron fama al lugar en un principio.

El arroz con leche, los flanes, los huevos reales, la cocada, las cajetas, las compotas de capulines, guayaba, pera, ciruela, manzana, y calabaza, son espectaculares, y los buñuelos de rodilla simplemente un “pecado”.

Es una muy buena costumbre venir aquí en las mañanas, o ya tarde por la noche, para degustar el famoso chocolate humeante y espumoso acompañado de bizcochos, conchas blancas y de chocolate, roscas de canela, chamucos, empanadas de nuez, chilindrinas, volcanes, espejos, magdalenas, novias, panqué de pasas, pastel de chocolate y un interminable y frugal etcétera.

Ahora que si la cuestión es venir a comer o cenar en forma, el café también tiene mucho que ofrecer, su mole poblano es único, los pipianes y adobos no tienen paragón, y el mole de olla es imperdible. La enchiladas Tacuba, los pambacitos, los sopes, las quesadillas  y las tostadas son una delicia.

Al medio día hay menús caseros muy recomendables, con sopa “aguada”, un espléndido arroz mexicano, carne o pescado con su verdura, y un frijoles exquisitos conocidos como ”flor de mayo”. Los atoles de frutas y los tamales son otras de las especialidades.

La leyenda de la monja Clarisa que deambula

Si se decide venir a cenar al Café de Tacuba ya bien entrada la noche, se puede tener la “suerte” de corroborar una de las leyendas de este lugar, cuestión por demás muy característica en estas viejas casonas del Centro Histórico.

Y es que se dice que por esta señorial casona deambula la monja Clarisa del convento de Santa Clara, quien en vida era residente y enfermera del Hospital del Divino Salvador, también llamado Hospital de la Canoa, que de hecho es el antiguo nombre de la calle de Donceles.

La cuestión es que ocurre que este hospital para mujeres dementes estaba en su momento justo a espaldas del café, y los que saben afirman que Clarisa deambula cada noche por aquí flotando en estos dominios, y que desaparece esfumándose en el piso como una especie de energía desquiciada y sin perdón.

En fin, si quieres regalarte una experiencia culinaria de postín, no dejes de venir al Café de Tacuba, que con o sin Clarisa te garantiza una velada deliciosa e inolvidable. Buen provecho.

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